El tiempo de vacaciones es un periodo que en un principio es para descansar, relajarse, disfrutar con los seres queridos y pasarlo bien; ¿por qué en situaciones se puede convertir en un infierno?
Del veraneo estupendo al veraneo infernal lo puede separar una línea estrecha. En las vacaciones compartimos todo aquel tiempo (o casi todo) que no solemos hacer el resto del año y los vacíos que muchas veces existen en las relaciones se intensifican con toda su intensidad.El trabajo, el colegio, las actividades extras que nos ponemos y nos “imponemos” (gimnasio, clases, amigos…) favorecen que el tiempo que compartamos el resto del año sea más bien escaso y que las diferencias, o problemas, muchas veces se pasen por alto para evitar encontronazos. El tiempo de vacaciones permite muchos momentos de estar con el otro; de hablar, de no hablar, de elegir, de proponer y de compartir, por lo tanto la forma de gestionar los tiempos, las elecciones, las propuestas es clave para poder asegurarse unas vacaciones placenteras.
Relaciones pobres, malas o inexistentes van a multiplicarse en las vacaciones; relaciones de confianza, comunicación, entendimiento y aceptación permitirán un disfrute de los tiempos. Si valoramos que las vacaciones se vuelven un infierno quizás es el momento de reflexionar si quizás necesitamos ayuda de un psicólogo y volver de las vacaciones con la clara intención de afrontar los problemas para ponerles remedio y no enquistarlos, como a menudo hacemos. En definitiva, a lo largo del año sembramos relaciones y en las vacaciones de verano vemos su fruto.