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Cuando pensamos en trauma psicológico muchas veces nuestra mente va a grandes catástrofes, violaciones, guerras, atentados, abusos, etc.

La realidad es que la palabra trauma se refiere a una herida, a un daño ocasionado por un acontecimiento sucedido que genera en la persona tal nivel de vivencia de estrés o amenaza que siente que le sobrepasa y que no tiene recursos para afrontarlo, generándose en su memoria una huella llena de dolor, miedo y angustia.
Por tanto cuando hablamos de trauma hablamos de una experiencia emocional que es única para la persona.

trauma

La intensidad del impacto del trauma psicológico depende de muchos factores, pero lo cierto es que puede condicionar notablemente la vida personal del individuo.

Hay diferentes tipos de traumas psicológicos; desde una ruptura con una pareja, un ataque hacia mi persona, el bulling, mobbing, accidentes, separaciones de los padres, adicciones, enfermedad o muerte de un ser querido, abusos sexuales. En todos ellos la persona ha podido sentirse más o menos amenazada y en peligro y con más o menos dificultades para hacerlos frente.

El trauma no desaparece con el tiempo, como mucha gente puede pensar, de hecho, si no se aborda la herida se va haciendo más profunda y por desgracia puede traspasarse de forma involuntaria de generación en generación.

Hay traumas familiares que nos condicionan la forma en la que tomamos nuestras decisiones de adultos; la relación entre mis progenitores, la relación entre padres e hijos y las formas de vincularse y cuidarse. Cuando somos madres y padres se nos movilizan todos aquellas maneras en las que fuimos o no fuimos suficientemente cuidados, en si las personas de nuestro entorno estuvieron o no estuvieron disponibles.

Los traumas que no son trabajados psicológicamente se convierten en muros para la vida de la persona, sobre todo los traumas relacionales que están condicionados porque en ellos se ve inmersa una persona importante en nuestra vida por la que hemos vivido un daño: padre, madre, madre, abuelos, hermanos, tíos

Traumas de la infancia, adolescencia, juventud, adultez, que nunca fueron abordados puede generar que nos encontremos deprimidos, con miedos o fobias, angustia o ansiedad, pesadillas, pensamientos intrusivos que no paran de repetirse, adicciones, desesperanza, estado de alerta, lo que conlleva que nuestra vida y la de las personas de alrededor se vea mucho más limitada. Todos estos aspectos no dejan de ser síntomas de las heridas generadas por el o los traumas. A más traumas no trabajados, más trastornos, lo que se llama trauma complejo, que conlleva que la persona va acumulando traumas a lo largo de los años sin percatarse de que puede decidir elegir de otra manera.

Los traumas son heridas que abordados y trabajados a nivel personal nos permiten sentirnos más libres para tomar nuestras propias decisiones y no tan condicionados por un pasado en el que no pudimos elegir. Es crecer en libertad.

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