Tristeza, esa gran desconocida
«A ese sentimiento desconocido cuyo tedio, cuya dulzura me obsesionan, dudo en darle el nombre, el hermoso y grave nombre de tristeza. Es un sentimiento tan total, tan egoísta, que casi me produce vergüenza, cuando la tristeza siempre me ha parecido honrosa. No la conocía, tan sólo el tedio, el pesar, más raramente el remordimiento. Hoy, algo me envuelve como una seda, inquietante y dulce, separándome de los demás.” Del libro «Buenos días, tristeza» de Françoise Sagan.
La tristeza es una de las emociones más importantes y vitales que poseemos. Nos duele cuando se nos va algo; sea una perdida por muerte, un trabajo, una ruptura, una enfermedad nuestra o de alguna persona querida, una discusión con alguien a quien estimamos, etc, y una forma de manifestarse es la tristeza. Con la tristeza no hay un dolor físico pero sí psíquico que puede ser transitorio, que se puede reconvertir o ir de la mano con la ansiedad o la rabia, o que se puede instalar como estado vital permanente.
Hay muchas cosas que nos duelen y que nos tienen que doler, porque si no nos doliesen perderían el valor de lo que han significado para nosotros: Un trabajo, una persona cercana, un estado vital que valorábamos. Ahora, no por mas tristeza lo que se ha perdido resulta más importante. Hay personas que se enganchan al dolor y éste pierde su significado para convertirse en sufrimiento interno. El sufrir es algo más hondo y arraigado, además de más invalidante, pues engancha y ata. Mientras la tristeza es un estado que fluye, como lo hace la misma vida, en el sufrimiento continuado se genera una permanencia y un estancamiento repleto de sintomatología negativa,como pensar que nada de lo que haga va a cambiar su situación, dificultad para realizar cualquier cosa, inapetencia por actividades, sentimiento de descontrol, etc,.
Eso es precisamente la melancolía, también llamada depresión, que presenta otros síntomas además de los señalados en el anterior párrafo como la tristeza continuada, la pérdida de interés, la ansiedad psíquica, ansiedad somática, insomnio, ideas de suicidio y desesperanza, generación de dolencias físicas, enlentecimiento de pensamiento, falta de concentración y atención, pensamiento monotemático, distorsiones perceptivas, etc. Todo esto se convierte en un círculo negativo de pensamientos, conductas y emociones del que cada vez salir resulta más complicado.
La vida está viva y por ello en ella suceden infinidad de momentos y sucesos maravillosos pero también dolorosos. Si nos ha dejado nuestra pareja lo habitual que sintamos es dolor; y posiblemente dentro de las fases que pasemos una de ellas va a ser la de la tristeza. Un paciente vino hace unos meses por ese motivo, que le acababa de suceder, y me acuerdo poder hablar; Una cosa es que dentro de un tiempo sigas estancado a esa tristeza, y otra es que no te permitas sentirte triste cuando te han dejado. De los aspectos que profundizamos en la terapia breve fue profundizar el por qué de esa prohibición a la tristeza.
Una cosa es que la tristeza, a través de una de sus expresiones, las lágrimas que vertimos, nos libere y limpie si responde a la situación concreta que estamos viviendo, y otra que quedemos “enganchados” a la tristeza y no podamos avanzar. Ahí la psicoterapia puede ser de gran ayuda para delimitar qué parte del dolor viene por el hecho acontecido, y qué parte lo hacemos nuestro sin dejarlo escapar. Por eso tratar una depresión con psicofármacos es insuficiente, porque hay mucho que abordar de la persona, de su historia sus relaciones, y su forma de percibir lo que le sucede. Huimos de un sentimiento natural y sano como es la tristeza porque a menudo nos da miedo y erróneamente la calificamos como negativa o la sobredimensionamos llamándola depresión. Estamos en una sociedad que pretende bloquear cierto tipo de emociones mal calificadas como negativas, saborea la tristeza cuando se presenten sucesos que te inviten a sentirla, y si ves que te has convertido en su prisionero pide ayuda.
Alejandra Luengo