Hay muchas personas que he atendido en la consulta sin autocontrol y cuyo motivo principal a la hora de solicitar ayuda psicoterapeutica era por su sensación de que a veces explotaban sin razón o de forma desproporcionada, lo que les había generado problemas y rupturas de pareja, conflictos familiares, dificultades laborales o con las amistades, etc.
Recuerdo una chica de treinta años que comentaba que en cada pequeño conflicto con su pareja ella acababa perdiendo los nervios: “No sé qué me pasa pero es que exploto y digo cualquier cosa….Es como si tuviese una ametralladora dentro que cuando sale empiezo a disparar sin control, y es que me acabo sintiendo fatal luego y culpable…sobre todo me molesta tener esa sensación de que no soy capaz de controlar mi enfado y de arrasar con todo, de no tener ningún autocontrol sobre lo que me sucede”.
Así que en su caso, aunque a veces pudiese tener motivos reales y objetivos para molestarse acababa perdiendo legitimidad o razón por la forma en que lo expresaba (explosiones de ira, gritos, amenazas, insultos, portazos, llantos descontrolados, etc).
El autocontrol
Las personas frecuentemente confundimos el querer controlar lo que sentimos con lo que hacemos con dicha emoción.
Respecto a lo primero es importante analizar de dónde viene ese sentimiento, ya que a menudo puede estar basado en expectativas irreales hacia el otro, o creencias negativas sobre mí mismo o los demás. Si yo pienso por ejemplo, que soy débil, es fácil que si alguna persona me hace un comentario, o tiene una actitud determinada, pueda despertarme esa sensación de considerarme vulnerable frente al otro, impotente o sin recursos para afrontar las dificultades que me presente, y si no tolero sentirme así, trate de defenderme de forma agresiva. De hecho, una familia que llevo en terapia que adoptaron una niña hace doce años han manifestado un problema de la hija adolescente que tiene unos grandes arrebatos de ira y falta de autocontrol en su casa y con los compañeros de clase, llegándolos a pegar. Sin embargo durante años fue sometida a diferentes vejaciones por parte de sus compañeros. En la psicoterapia me comentaba que acabó creyendoque los demás le iban a hacer daño, que ella no era valiosa, y que su único modo de protegerse era agredir. Actualmente toda la familia está haciendo un gran trabajo para ir cambiando esas valoraciones negativas.
Para este caso resulta clave la psicoterapia como medio de profundizar en las causas por las que he acabado creyendo algo que me hace tanto daño y que no deja de ser subjetivo, sesgado, y por lo tanto no verdadero.
Respecto a lo segundo, qué hacer si siento malestar, la persona puede aprender a gestionar lo que siente con autocontrol. De esta forma se trata de ser capaz de manifestar el malestar, desacuerdo, o enfado sin la sensación de sentirse preso de esa emoción. A través de diferentes técnicas y herramientas psicoterapeuticas la persona puede recuperar o aprender autocontrol y la capacidad de regularse, pero sin dejar de ser él o ella misma.
Estos dos aspectos que hemos señalado y que aparentemente pueden no ser considerados tan relevantes generan múltiples discusiones, arrebatos de ira, sensación de impotencia en las relaciones afectivas por un lado, y un malestar profundo en uno mismo. Profundizar sobre ello, analizarlo, comprenderlo y manejarlo es la gran oportunidad para que la persona se conozca, se comprenda y actúe de tal manera que no se le incrementen las dificultades.
Alejandra Luengo