El suicidio se oculta, pareciendo que es un tema invisible en nuestra sociedad, del que no se habla ni reflexiona.
Según estima la Organización Mundial de la Salud el suicidio se cobra cerca de 800.000 vidas cada año, sin contar con las personas que lo intentan pero no llegan a consumarlo. Es la segunda causa de muerte entre las personas de entre quince a treinta años.
La OMS define el suicidio como «el acto de quitarse la vida deliberadamente» pero los muchos pasos hasta llegar ahí y diferentes componentes que tiene el suicidio como las ideaciones suicidas, las autolesiones, etc no se contemplan.
En España los datos no son claros respecto a este tema pero parece que el suicidio es la principal causa externa de muerte, lo cual implica un gran problema del que se ocultan datos y del que no se habla. Como no se reflexiona sobre ello tampoco se previene o se buscan vías para prevenirlo y afrontarlo pero la realidad es que es con mucha diferencia, la principal causa de muerte no natural.
Las muertes por suicidio superan enormemente las muertes por tráfico y las de violencia de género y sin embargo las campañas a nivel institucional no existen.
Datos de suicidio en España
Los últimos datos según el INE que datan de 2016 habla de 3569 muertes, siendo la primera causa entre los hombres, seguida de las caídas accidentales y los accidentes de tráfico y la tercera entre las mujeres, por detrás de las caídas accidentales y del ahogamiento. Estos datos son medianamente fiables ya que hay muchas de esas caídas accidentales, accidentes de trafico, ingesta de medicamentos o envenenamientos lo que esconden es un intento de suicidio y a nivel estadístico se valoran como accidentales y no como suicidios.
De hecho en España, si se dan muertes en circunstancias violentas o accidentales, el médico debe comunicar el fallecimiento al juzgado de guardia. Es la autopsia realizada en los Institutos de Medicina Legal la que realmente podrá determinar cuál ha sido la causa de la muerte, pero lo que sucede a menudo es que se comunica desde el juzgado al Registro Civil sin esperar los resultados definitivos de la autopsia ya que ésto puede tardar tiempo, sobre todo si hay que analizar muestras. Ese dato no del todo fiable es el que puede llegar al Instituto Nacional de Estadística (INE), pero no es completo ni fiable. Además de todo ésto no hay que olvidar que el suicidio supone un estigma social que se trata de ocultar por lo que muchas veces se ocultan siendo los datos de suicidio son más altos de los que los números señalan.
En un principio podemos pensar que el índice de suicidio es mayor en los adolescentes, pero como podemos ver en el análisis previo la realidad dista bastante. Si valoramos la edad donde las personas se suicidan más observamos que es en la mediana edad donde más se ejecutan. Un análisis vital sesgado, enfermedades, problemas laborales, de pareja, cúmulo de presiones y de responsabilidades son algunos de los factores que pueden llevar a un sentimiento de desolación, desarraigo e impotencia mantenido en el tiempo que puede empujar a cometer un suicidio.
Buscar ayuda para prevenir el suicidio
Cuando sucede un suicidio se deja en la sociedad un «poso» de fracaso, de no haber sido capaz de haber evitado que la persona se quite la vida como única manera de salir del dolor. El suicidio no es un tema ni para aparcar ni dejar de lado, cómo por desgracia se hace por parte de la propia administración y frecuentemente de las personas y familias que se ven de una manera más o menos directamente afectadas.
Al coste emocional hay que sumar el coste económico que supone los intentos de suicidio y la discapacidad que puede generarse como consecuencia de las lesiones tras los intentos.
Hay mucha ignorancia con respecto al suicidio y mucho miedo lo que conlleva que el tabú sea mayor, no solo para los familiares, sino también para los propios profesionales y no se hable de ello. Muchas familias y profesionales no ven la proximidad y la gravedad del estado mental en el que se encuentra una persona y los intentos de suicidio o las autolesiones les coge de sorpresa, suponiendo un problema a nivel social mucho mayor del que pensamos.
El estigma y el tabú a nivel social que supone el suicidio hace que se oculte, pero el no hablar sobre ello impide que podamos comprender la situación y por tanto podamos ayudar a la persona. La familia, los profesionales que trabajamos acompañando y orientando tenemos que dar importancia a la verbalización del suicidio y no quedarnos en aspectos superficiales como si es o no una llamada de atención por haberlo intentado.
El suicidio o los pensamientos suicidas no se pueden ocultar. Es necesario normalizar que se pueda hablar de ello a nivel social, familiar y profesional. La importancia de la escucha y la empatía en el tratamiento y en el acercamiento a la persona resulta vital para poder buscar junto al paciente soluciones alternativas al suicidio y sobre todo transmitir que no están solos y que vamos a hacer un equipo para afrontar la situación.