La red, sin duda, nos ha hecho la vida más fácil. Vivimos en sociedades hiperconectadas y podemos vender, intercambiar, comprar en cuestión de minutos y en tiempo real. Nos permite estar informados y actualizados continuamente las 24 horas al día, a una velocidad que ni siquiera podemos digerir porque está en continua producción y actualización.
Una de sus grandes posibilidades es que podemos establecer sistemas de apoyo y cooperación a escala global en cuestión de horas y acercarnos a personajes públicos que antes se veían inalcanzables, y hasta les hacemos rectificar ante sus equivocaciones, porque la red te ama o te arrasa con una velocidad vertiginosa.
La red tiene poder, pero los datos que ponemos en ella tienen un valor para cada persona que las emite y para el que las puede recibir según las inquietudes o motivaciones que se tengan; que pueden ser muy honestas o por el contrario altamente fraudulentas, corruptas o dañinas.
Aunque en otro artículo hablaré del «enganche a la red desde un punto de vista psicológico» (el estar dentro, el permanecer conectados, sentirse parte de, integrado, valioso, ganador) sí que me gustaría destacar varios puntos respecto a red y las relaciones privadas o íntimas que se construyen; no como alarma, en absoluto, pero sí como parte del cuidado personal que tenemos que tener cada uno de nuestra privacidad, de nuestra vida.
La red nos permite comunicarnos pero ¿qué comunicamos? Generalmente trasladamos información de distinto tipo; política, mediática, publicitaria, social, cultural, etc, pero también muy privada. Twitter, que ayer cumplió siete años, es capaz de generar 400 millones de tweets al día, lo que resulta impresionante y en facebook personas comparten a menudo información muy privada con sus 600 contactos, que a muchos de ellos ni conocen, inquietante.
Creamos relaciones interpersonales o las fortalecemos a través de la red pero ¿qué tipo de relaciones construimos?, ¿Por qué comparto información muy privada? A menudo la red se convierte en un escaparate en el que yo comparto información específica, que yo elijo, como una forma de mostrarme al mundo. Pero, ¿Transmito mi vida real o solo una parte que me interesa que los demás conozcan? Considero que a través de la red las personas se crean un personaje y lo difunden ante los demás como si de una representación teatral se tratase. ¿Qué imagen doy y quiero generar?, ¿ Es coherente con lo que soy en realidad?, ¿Estoy tapando mi verdadera identidad?, ¿Por qué lo hago?, ¿Es para sentirme más valioso?, ¿Para tapar vacíos? Mis motivaciones pueden ser en principio muy lícitas; difundir mi trabajo, mi experiencia, una realidad social, política, hacerme más cercano a la gente, etc.
Como señalaba Gladys Roco en su artículo, Un estudio del establecimiento de relaciones íntimas mediadas por computador. El caso de IRC en Internet, (2001) en las interacciones a través de chats aparecen informaciones de carácter personal, acerca de problemas, sentimientos, experiencias de vida, etc. Los sujetos se muestran dispuestos a escuchar y a ser escuchados ya que por las personas con las que habitualmente conversan en el chat, sienten afecto y confianza; los consideran sus amigos y parece haber un compromiso entre ellas en interactuar.
Pero la percepción en la red se basa en un canal de los más pobres; el visual (sea por texto, foto, emoticonos, o video), y se nos escapa mucha información ¿Conozco el contexto social que rodea a los individuos? Generalmente no, pero al percibir según mis necesidades cuando en la red responden a éstas abro mi mundo porque considero que esa persona no me daña y puedo confiar. Gran parte de los adolescentes señalan que muestran lo que hacen, con quién lo hacen y mandan fotos privadas a través de la red. Muchos adultos también. Lo privado se hace de dominio público. Es como si cada uno fuese su propio redactor de sus noticias laborales, afectivas, sentimentales, familiares, sociales, y hasta económicas.
A través de la red sentimos poder y control y establecemos interacciones que nos hacen sentir más valiosos, válidos porque las personas se acercan a nosotros; nos sentimos importantes y se potencia el hedonismo. Las relaciones pueden ser íntimas o no, pero se basan en impresiones, percepciones e intercambios, que se construyen de forma similar a las que entendemos como relaciones “cara a cara”. Se generan de forma parecida, pero no tienen los mismos elementos del contacto personal y real. Es curioso porque nos sentimos menos expuestos en la red y acabamos arriesgando y dándonos más (damos mucha información de nuestra vida), por lo que al final nos hacemos más vulnerables.
En definitiva, generalmente a través de la red lo que quiero provocar es que se acerquen a mí, y eso puede ser muy rentable y valioso en distintos aspectos personales, sociales y profesionales pero no puede hacerme huir de mi realidad, ni exponerme radicalmente a los otros. La red no me protege, aunque pensemos que al estar delante de un teclado sí. En el próximo vídeo de forma bastante irónica se muestra un trabajo que se ha realizado en Bélgica que espero os guste.
Y para terminar, si en tu vida tienes la necesidad continua de estar difundiendo tu privacidad, puede que te ayude consultar con un profesional porque a día de hoy la red no te da físicamente caricias, sexo, masajes, abrazos, besos y la mano para caminar.
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