Hablando de los reyes magos, durante los pasados días dos familias que atiendo en psicoterapia han traído a la intervención el último anuncio de la multinacional Ikea, llamado La otra carta, y que podéis visualizar casi al final del artículo. Yo, que estaba pensando en escribir este último post del año 2014 centrado en saber regalar, y en que las necesidades de los hijos no son rodearlos de cosas materiales, lo acogí con determinación.
Todo empezó hace un mes cuando un padre y una madre en pleno proceso de mediación familiar para su separación estaban comentando lo que se iban a gastar en los regalos de reyes para su hija de doce años, seiscientos euros.
Comencé a preguntarme lo que hubiese preferido esta niña. Posiblemente que sus padres no hubiesen estado discutiendo los últimos catorce meses, no ver a su madre llorar diariamente, a su padre durmiendo en el sofá a veces, cenas donde nadie hablaba y se palpaba la tensión, etc.
Este post va a ser una carta para los reyes magos que va referido a padres y madres. No está escrita por mí, sino basada en los testimonios y confidencias de niñas y niños que veo diariamente en psicoterapia, con o sin sus padres y madres. No hay nada de ficción, son ellas y ellos que nos enseñan tanto y de los que aprendemos tan poco los que hablan. A muchas personas les resonará. Es algo que sabemos perfectamente y, o lo olvidamos, o no le damos la importancia que merece.
En navidad, a los niños se les mira y escucha como pocas veces al año, pero nos centramos en lo que creemos que les va hacer felices, y no miramos lo que realmente les hace dichosos, seguros, plenos, que dista mucho de multitud de regalos que ni siquiera son capaces de asimilar y asumir.
– Me gustaría pedirte que cuando estoy con papá no esté todo el rato pendiente del móvil cuando le hablo. A veces pienso que no le interesa lo que le estoy contando, pues no me mira y le tengo que repetir las cosas varias veces.
– Una cosa que me encantaría que se pudiese cambiar es que mi padre y mi madre aunque ya no vivan juntos se saludasen al verse, y que no me hablasen mal del otro. A veces me preguntan de lo que he estado haciendo mientras estaba con mi padre, o mi madre, y yo no sé qué contestar porque siento que lo que diga va a enfadar. Se llevan muy mal y yo me callo.
– Os pediría que mi madre jugase más conmigo, que estuviese más tranquila y que pudiese estar más contenta.
– Os rogaría que con vuestra magia pudieseis hacer que papa y mama se enfadasen menos cuando me equivoco y que me enseñasen cómo se hacen las cosas . Soy pequeño y a menudo tardo en aprender. Mi psicóloga dice que no se puede pedir lo mismo a los mayores que a los niños, ¿Entonces por qué me piden a mí tanto en algunas cosas?
– Me gustaría que mis padres no me diesen todo lo que pido, o que me dijesen a todo que sí. Cuando no me enseñan lo que está bien o mal, no aprendo, me confundo y tengo problemas en el colegio, y con otros niños.
– También te pediría que mi padre hiciese más cosas, y que le viese animado. Se separó de mamá hace varios años y está triste, y solo hace cosas conmigo, y le veo muy mal, y no sé cómo ayudarle. Yo solo tengo siete años, y cuando voy al colegio estoy pensando en él todo el rato, y me distraigo.
– Me gusta ver a mi papá contento con una nueva novia, pero quiero seguir sintiéndome importante para él. Ahora en la casa viven mi papá, ella y sus hijos, y yo le veo pocas horas al mes. Echo de menos pescar, y jugar juntos.
– Os pediría que mis padres no me castigasen por todo. Al final están tan pendientes de lo que hago mal, que me ponen más nervioso, y ya me da igual equivocarme o hacerlo bien.
– Quiero que mi madre cuando llegue a casa después de trabajar no venga tan enfadada, porque cualquier cosa que hacemos la saca de quicio, que pudiese dejar las preocupaciones del trabajo allí, ¿sería posible?
– Para mí lo más importante son mi madre y mi padre, son los únicos que tengo, y les quiero ver felices. Cuando estamos los tres tranquilos en casa todo va bien, cuando ellos están mal se enfadan entre ellos y luego conmigo.
Como madres y padres tenemos derecho a equivocarnos, y lo vamos a hacer en numerosas circunstancias, pero si se puede ayudar a nuestros hijos, que no nos pidieron venir, y que fuimos nosotros los que decidimos tenerlos, a crecer emocionalmente sanos, les ahorraremos mucho sufrimiento y dolor, y crearemos una sociedad más sana, respetuosa consigo misma y con los demás, ¿Por qué no hacerlo? No olvides que lo más importante que puedes dar a tus hijos e hijas es a ti mismo/a. ¡Disfrutad la navidad, y que no quede en un anuncio!
Alejandra Luengo