Las autolesiones en adolescentes son actos que una persona se provoca a sí misma voluntariamente, haciéndose daño, generalmente en la piel. Autolesiones pueden ser los cortes en los brazos, arañazos, comerse objetos punzantes, quemarse, tirones de pelo, golpes principalmente en la cabeza, etc.
En los últimos años y a raíz de la pandemia se ha observado un aumento de las autolesiones en adolescentes, sobre todo en mujeres en los servicios de urgencias de los hospitales, pero la realidad es que no se sabe específicamente el número real de adolescentes que se autolesionan, ya que frecuentemente no acuden a los hospitales y son conductas que realizan en soledad y en silencio.
Pero las autolesiones son manifestaciones de que algo no funciona bien emocionalmente, síntomas de la dificultad para gestionar lo que se está viviendo, de un sufrimiento profundo que se expresa de forma corporal. Al autolesionarse la persona siente que es la única manera que tiene de afrontar, por ejemplo, la angustia, tristeza, miedo, pero en realidad no es que no pueda gestionar esas emociones, sino que no ha aprendido a abordarlas de otra manera.
La mayor parte de las autolesiones conllevan un objetivo del que muchas veces la persona es inconsciente, por tanto se convierte en un acto automático que se acaba repitiendo por:
- O bien querer escapar de algo que le produce malestar. La mayor parte es el escapar al desbordamiento emocional; por ejemplo en muchas chicas adolescentes hay debajo un profundo miedo a defraudar, miedo a la tristeza, a la angustia, en definitiva a creer no ser capaz de manejar lo emocional que conlleva que se autolesionen como manera de evitar la emoción.
- Para expresar una emoción que no lo puede hacer verbalmente; como puede ser la rabia, el dolor emocional, la tristeza, la ira, la soledad. La manera de enfocarla es hacia sí misma.
- O por tratar de tener un control sobre lo que está viviendo. En la autolesión la persona construye lo que sucede y le da una sensación de «control» que en otras facetas de su vida no tiene, es más fácil para esa persona controlar el dolor físico que el emocional.
- O porque la persona siente que así mitiga otro daño más grave que está sufriendo; la autolesión le conecta con el daño corporal y enfoca el dolor en esa parte y no en el dolor emocional.
- Relacionado con lo anterior la autolesión funcionaría como forma de traerle al presente si la persona está desconectada emocionalmente de forma disociativa, es una manera de hacerle sentir «viva».
Las autolesiones a corto plazo liberan la tensión, pero es una estrategia dañina, poco eficiente y en definitiva lo único que genera es un agravamiento del problema porque la persona se siente impotente a la hora de manejar lo que vive, sintiendo vergüenza, culpa y sentimiento de impotencia.
Cuando la persona se autolesiona tiene consecuencias físicas, emocionales y hasta puede llegar a producir la muerte. Esta manera de actuar genera un alto coste a todos los niveles.
La incidencia de autolesiones es mayor en aquellos adolescentes que padecen depresión, trastornos de conducta, personalidad y ansiedad. Por ello la intervención en aquellos adolescentes que se autolesionan tiene que conjugar la intervención psiquiátrica junto a la psicoterapia.
En las autolesiones el adolescente muestra que no es capaz de encontrar la seguridad y gestionar lo que vive, no pudiendo encontrar un espacio seguro donde encontrar la calma. Este aspecto se trabaja de forma paulatina en la terapia y la persona se va haciendo consciente de lo que hace.
¿Qué hacer ante las autolesiones de adolescentes?
Las personas que utilizan la autolesión como estrategia de afrontamiento emocional tienen que aprender a lograr una seguridad interna que les permita afrontar lo que viven sin dañarse. Son personas que no han logrado un apego seguro que facilita el afrontar los acontecimientos de la vida con la seguridad de que uno tiene herramientas para hacerlas frente. Esto se repite en adolescentes que fueron sobreprotegigos, o aquellos a los que no se les ha acompañado en el crecimiento y en las dificultades emocionales, en definitiva que han estado más en las necesidades de los adultos que de ellos mismos, no construyendo una seguridad propia que permite afrontar las dificultades reales e imprescindibles de la vida.
Las autolesiones en adolescentes muchas veces pasan desapercibidas por la familia y cuando se dan cuenta es un patrón de conducta muy establecido. La realidad es que los familiares, sobre todo los progenitores, se asustan mucho cuando lo descubren y frecuentemente o tratan de negar el problema, quitándole importancia, como si fuese una tontería de la edad, o se van a lo más dramático. Enfadarse con el adolescente por las autolesiones es no comprender el problema y cargarlo de una culpa dañina y poco eficiente.
Lo básico que tenemos que comprender es que si un adolescente se autolesiona está sufriendo porque no se siente capaz de gestionar lo que vive, y lo que menos se puede hacer es criticarlo, presionarlo o quitarle importancia. Para frenar las autolesiones la medicación favorece la disminución de la impulsividad, o el nivel de angustia, pero la terapia psicológica resulta imprescindible. Se tendrá que facilitar una base segura que se construye en terapia individual y familiar para favorecer que la persona pueda afrontar situaciones de la vida, a veces difíciles, sin verse sobrepasada y eliminar el hacerse daño.