La enfermedad mental en las cárceles
A diciembre de 2011 había casi cincuenta mil internos en las prisiones españolas y casi un 8% eran mujeres. La mayoría de estas personas viven en la cárcel en régimen interno; es decir duermen y pasan el día ahí. Como comparativa los alarmantes datos de Estados Unidos donde hay 780 reclusos por diez mil habitantes, mientras que en España 18 por cien mil.
Sin embargo; aunque sea un número notablemente inferior en nuestro país escasea el conocimiento de programas alternativos a las prisiones para la enfermedad mental. Cuando se manda a alguien a la cárcel, parece que la sociedad «quiere quitárselo de encima» y no se tiene en cuenta a la persona que hay detrás del acto delictivo. Me refiero sobre todo a aquellos internos que padecen una enfermedad mental más o menos grave; un 40 por ciento de los presos, según la Sociedad Española de Sanidad Penitenciaria, en las que se encuentran patologías tan graves como la esquizofrenia o los trastornos de personalidad. Como ellos mismos denunciaron hace menos de un mes «las enfermedades mentales se están convirtiendo en las nuevas epidemias de las cárceles».
El Ministerio del Interior se dedica a la seguridad y las cárceles dependen del mismo, pero es ignorante respecto a los trastornos mentales y al trabajo psicológico necesario para que la persona pueda rehabilitarse. De igual forma el Ministerio de Justicia, con jueces y fiscales que recurren a internar a muchas personas en prisión sin a menudo conocer si sufren algún tipo de patología mental, o su diagnóstico real. Hay programas y medidas alternativas a la prisión que a menudo se desconocen o no se utilizan porque prevalece la vía exclusivamente sancionadora.
Con el dato del coste farmacéutico en las prisiones nacionales para la enfermedad mental y para los que no, 35 millones de euros al año, podemos considerar que ese recurso económico podría ser utilizado en otros tipos de tratamientos mucho más eficientes, integrales y realistas según las características y necesidades de cada persona.
Por desgracia lo que suele hacerse es alejar a la persona de la sociedad convirtiéndola en invisible. Si a esto le sumamos que cuando salen de prisión experimentan un doble rechazo por parte de la sociedad; por ser enfermos mentales y haber delinquido su situación es de una vulnerabilidad máxima.
No os perdáis el siguiente documental de Jorge Guillen Cuervo y la Fundación Manantial que en tres minutos resume este tema. Dentro de los muros, de las paredes, de las puertas hay encerradas personas, y muchas de ellas enfermas sin tratamiento.
Alejandra Luengo