Las caricias son las unidades más básicas e importantes de reconocimiento y amor que mostramos. Desde que nacemos forman parte de las relaciones que establecemos, conformando nuestra identidad y la forma de relacionarnos con los demás. Cuando salimos del vientre materno vamos a estar sometidos a diferentes caricias: nutricias, corporales, verbales, gestuales que serán de mayor o menor abundancia según el contexto donde nazcamos. Poniendo dos casos extremos no es lo mismo un niño que llega al mundo y es arropado por sus padres, que le dan el pecho, que lo tocan, que lo cogen cuando llora, que le dan calor, que lo acarician y lo lavan, que un bebe que nace, lo abandonan al poco tiempo y va a un centro de protección donde permanece en una cuna durante horas, sin una atención personalizada sobre él y con una estimulación física y emocional muy precariaLas caricias no implican deslizar la mano por el rostro o el cuerpo de alguien. No son meras expresiones táctiles, en absoluto, son formas de reconocer y nutrir a la otra persona que se pueden hacer de forma gestual (una sonrisa), verbal (te quiero, eres una persona muy buena), escrita (una carta, un mail), material (un regalo…), nutricias (una comida). A medida que crecemos ya no dependemos tanto de las caricias físicas o nutricias y buscamos más otras; de reconocimiento de nuestra valía, por ejemplo con un ascenso laboral, una subida de sueldo, un compromiso en la pareja, etc.
Las caricias son formas de expresar a la otra persona que es importante y valiosa para nosotros. Lo que sucede es que esa atención y reconocimiento no tienen por qué ser exclusivamente positivas o desencadenar emociones agradables.Hay caricias que son negativas y producen malestar (un chillido, un golpe, una humillación), que son muestras de atención al otro, aunque es haciéndole daño. Este aspecto es muy engañoso y perjudicial para la persona que lo recibe ya que interioriza que recibir atención va vinculado con dolor físico o emocional. Es el caso de personas que aceptan y mantienen relaciones abusivas, de control o crítica, deteriorando así su autoestima. Muchas de ellas señalan, “al menos tengo una persona a mi lado que me mira, aunque no sea de la mejor forma…” Este aspecto es necesario abordarlo psicológicamente y profundizar en el origen de esa aceptación de caricias negativas. A menudo nos encontramos que son personas que en su infancia recibieron muy pocas caricias, o las que obtuvieron fueron negativas por lo cual no discriminan el reconocimiento positivo que les hace crecer como persona, de aquel que deteriora su autoimagen, su valía personal y en definitiva su persona.
Hay otras caricias que producen malestar, pero no tienen por qué ser negativas. Si una persona le dice a otra que tiene que mejorar un trabajo está ayudando a largo plazo a que esa tarea se haga mejor, aunque a corto plazo la experiencia no sea del todo agradable. Es como cuando una persona en un momento dado le dice a otra que ya no le quiere. En un principio puede suponer dolor, daño, frustración, malestar, pero en perspectiva supone poder afrontar la situación de lo que sucede sin vivir en una realidad falsa, deteriorada y asfixiante, lo cual resulta mejor.
¿Por qué son tan importantes las caricias?
Las caricias nos construyen en nuestras relaciones. Personas que de pequeños recibieron pocas caricias a menudo les cuesta poder ofrecerlas a los demás o no saber cómo encontrarlas.
Un niño cuando quiere recibir caricias utiliza una serie de estrategias naturales: llorar, sonreír, patalear, agitarse….o más complicadas: chantajear, culpar, amenazar, engañar, complacer….Así va aprendiendo a cómo lograr esa atención.
Si nos damos cuenta la forma en la que hemos logrado esas caricias en el pasado establece un guión de cómo las buscamos o evitamos, en la edad adulta. Hay personas que para lograr reconocimiento someten al otro a un chantaje “vete con tus amigos, que yo me quedaré solo…, “ o que evitan el conflicto para complacer al otro, o que cuando quieren ser reconocidos lo que hacen es llevar la situación a un extremo. Así que según el tipo de caricias que una persona ha podido conseguir durante su infancia así irá estableciendo la base para conseguirlas a lo largo de su vida con otras personas, en otros contextos y en diferentes edades.
Recuerdo por ejemplo una adolescente que se había intentado suicidar y señalaba que tras intentarlo era la primera vez que se había sentido cuidada y mirada por su madre con la que mantenía una relación muy distante y negativa desde su nacimiento. Imaginar la forma que esa chica estaba interiorizando la forma de recibir caricias. Nadie durante años la había mirado mucho, se habían anulado sus necesidades porque su hermana mayor había sufrido una anorexia grave y todos los ojos estaban puestos en ella. Esta adolescente aprendió que para ser reconocida u observada tenía que tener problemas. Al final había establecido relaciones de abuso con otros chicos, consumo de alcohol, fracaso escolar, conductas muy sexualizadas, intentos autolíticos, etc., como una manera de que le prestaran atención y de sentirse reconocida.
Tenemos que ser conscientes de lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida respecto a las caricias; Hay personas que no se dan permiso ni para dar ni para recibir caricias, lo cual implica un bloqueo emocional y una dificultad para crecer, aparte de lo que daña a las personas de alrededor; pareja, amigos, hijos….Son personas que tienen interiorizado un mensaje carente de caricias: No confíes, no te acerques, no disfrutes, no expreses……Hay otras personas que demandan de forma compulsiva caricias a cualquier precio, aunque sean dañándolas, lo cual conlleva también consecuencias muy negativas para ellas mismas y para los que las rodean, sobre todo si tienen hijos.
En las parejas que presentan conflictos y deterioro en su relación, predominan las carencias negativas mutuas frente a las positivas; es decir que se suele tender a dar mensajes que producen malestar al otro; reproches, quejas, manifiesto de frustración, etc.
Finalmente hay personasque pudieron aprender desde pequeñas a darse permiso para dar y recibir caricias, o hay otras que no lo pudieron hacer en su día, pero que tras un proceso de psicoterapia o de desarrollo personal lo han logrado, permitiéndose mensajes como: “Disfruta, siente, explora, crece, te lo mereces, no tengas miedo, se tú, puedes hacerlo, acércate, etc.”
Dado que a menudo no sabemos discriminar que necesitamos caricias, pero no de cualquier forma, es importante tener en cuenta una serie de leyes de abundancia de caricias sanas:
- Da abundantes caricias positivas cuando sea adecuado. No dar caricias de forma invasiva, repetitiva o automática, sino dar un sentido a la caricia que das.
- Acepta las caricias positivas que mereces.
- Pide las caricias positivas que necesitas. A menudo creemos que la otra persona tiene que adivinar lo que necesitamos y nos molestamos cuando no lo hace. Pídelo.
- Date caricias positivas a ti misma. Un baño, una terapia, un tiempo de descanso, un “ qué bien he hecho ésto…”,
- No aceptes caricias negativas destructoras verbales (pobrecita, qué lástima, eres torpe, no sabes hacer nada…) físicas (un golpe, una amenaza..)
- Devuelve las caricias adecuadas a las personas te han dado.
Alejandra Luengo