El miedo es de las emociones que más poder tienen en nuestra sociedad actual. Sacado del contexto que implicaría un miedo saludable (protegernos, prepararnos, no ser inconscientes…) esta emoción se ha cultivado como una forma de mantener un poder o de manipular psicológicamente, sea en una relación, hacia una persona, grupo, o incluso de un gobierno. Los frutos nos los comemos diariamente “Cuidado con este trabajo que te pueden echar, No me dejes que te voy a dañar, Si no haces esto voy a denunciarte, Me va a dejar por otro/a, La prima de riesgo alcanza los 600 puntos y vamos al abismo, No te quejes que te pueden despedir, Si no me gusta cómo te portas te castigo, te vas a quedar solo/a…”.
¿Por qué es tan rentable? Porque cuando uno tiene miedo desconfía y a menudo se queda inmovilizado para evitar que la situación se torne peor, o simplemente cambie. Mientras que hay emociones que generan movimiento, buscando que se de un cambio, la invasión por el miedo paraliza, bloquea, inhibe y reprime. Esto es muy rentable para que la persona o grupo que desea beneficiarse o ir adquiriendo poder frente a los demás lo pueda llevar a cabo sin ningún obstáculo. Dejarnos sucumbir por el miedo es la mejor forma de conceder al otro el manejo de nuestras vidas.
El amor nos moviliza y nos permite confiar en el otro y en nosotros mismos. Con el miedo ocurre todo lo contrario. Se instala en nosotros una permanente desconfianza e inseguridad. Por miedo renunciamos a ser más libres y a elegir lo que verdaderamente queremos. Elegimos, sí, pero no lo que necesitamos, sino lo que otros de una forma más o menos directa nos imponen. A través del miedo muchos ganan; se conquistan naciones, personas, empresas, trabajos, leyes; en definitiva se logra dinero y/o poder. ¿No es eso rentable?
El miedo puede disfrazarse de muchas explicaciones racionales pero normalmente se acaban reduciendo a algo tan básico como el dolor de sentir el rechazo, abandono y la vulnerabilidad. Conocer, afrontar y combatir el miedo es de los retos más importantes y complicados que podemos llevar a cabo. De esta forma se van rompiendo las cadenas que nos imponemos al dejarnos llevar por una emoción que es gravemente limitante si le concedemos el poder de dirigir nuestras vidas.
Alejandra Luengo