Recientes estudios muestran que el apoyo psicológico es crucial para mejorar la calidad de vida y el curso del tratamiento de esta enfermedad.
El diagnóstico de cáncer desencadena un proceso de estrés que no solo daña la calidad de vida sino que afecta el resultado de las intervenciones terapéuticas. Incluso podría hacer que una persona no tolere su tratamiento. A pesar de eso, muy pocos pacientes oncológicos reciben asesoría psicológica para sobrellevar la carga de esta noticia, ya sea por barreras de acceso o por falta de tiempo por parte del médico o del propio enfermo.
Esta semana, durante la reunión anual de la American Society of Clinical Oncology (ASCO), que se realiza en Chicago, se dieron a conocer tres estudios que muestran la importancia de ofrecer tratamiento médico oncológico a la par con terapias para el manejo del estrés.
Uno de ellos evidenció que un programa ofrecido a través de internet con técnicas utilizadas en la terapia convencional mejoró ostensiblemente la calidad de vida de estos pacientes. El novedoso programa se conoce como Intervención en línea guiada por terapeutas, fue desarrollado por oncólogos y psicólogos en Basilea, Suiza y tiene una duración de tres semanas durante las que se cubren ocho temas, entre otros, la reacción corporal del estrés y métodos para reducirlo.
Para el estudio se reclutó a un grupo de 129 pacientes que habían comenzado el tratamiento de cáncer tres semanas atrás. Tras evaluar su progreso, los expertos observaron que luego de dos meses de terapia estos pacientes mejoraron su calidad de vida y redujeron los niveles de estrés de seis a cuatro puntos. “Con esta intervención podemos ofrecer este apoyo psicológico en la comodidad de la casa del paciente”, señaló la autora del trabajo Viviane Hess, estudiante de oncología del Hospital Universitario de Basilea, Suiza.
Los pacientes que sobreviven al cáncer también sienten grandes niveles de estrés debido a la posibilidad de que este regrese. Esta idea afecta los comportamientos de seguimiento del caso, las relaciones, el trabajo, el ánimo y la fijación de metas a corto y largo plazo. Estos sobrevivientes tampoco cuentan con terapias psicológicas especializadas. Por eso Jane Beith, oncóloga de la Universidad de Sidney, Australia, desarrolló una terapia conocida como Conquer fear, que consiste en cinco intervenciones individuales de 60 a 90 minutos que se dan en el curso de diez semanas.
El objetivo es ayudar a los pacientes a lidiar con la incertidumbre de que el cáncer puede regresar y enseñar técnicas para reducir esa preocupación. Al mismo tiempo entrenan al paciente para dilucidar lo que quiere de la vida.
En un estudio realizado con 222 sobrevivientes de cáncer de seno en estadios 1 a 3, Beith observó que el miedo bajó. La ansiedad general y el estrés que provoca el cáncer se aliviaron. La calidad de vida fue mucho mejor después de la terapia.
El tercer estudio fue hecho con 350 de estos pacientes con metástasis y pacientes con cáncer avanzado, que también presentan altos niveles de estrés. El trabajo mostró que una intervención corta conocida como CALM, (por la sigla en inglés Managing Cancer and Living Meaninfully), redujo los síntomas de depresión frente a pacientes que recibieron terapias convencionales.
La intervención solo está diseñada para pacientes con cáncer muy avanzado y consiste en seis sesiones de 45 a 60 minutos. En cada una de ellas, psicólogos, trabajadores sociales o psiquiatras le hablan a los pacientes y a sus familias sobre el control de los síntomas, las decisiones médicas, las relaciones con los especialistas, los cambios en las relaciones interpersonales, el sentido de la vida y el bienestar espiritual.
“Esta corta terapia les ayuda a enfrentar la enfermedad avanzada y ver el futuro”, dice Gary Rodin, quien desarrolló el programa con sus colegas Sara Hales y Cris en el centro de cáncer Princess Margaret en Toronto Canadá. Según explicó Rodin, esta intervención es diferente porque no solo prepara para el final de la vida sino que ayuda a vivir con el cáncer avanzado. En ese sentido atiende tanto asuntos prácticos como otros más espirituales.
Los pacientes que recibieron la terapia, a los tres meses ya mostraban menos síntomas de depresión, menos miedo de hablar del futuro y mayor habilidad para expresar y manejar sus sentimientos. A los seis meses entendían que las relaciones cambiaban por el cáncer y podían explorar nuevas maneras de comunicarse con sus médicos y sus familiares.
Los tres trabajos son una prueba más de la importancia de contar con psicólogos en los grupos médicos que manejan el cáncer. Todos los actores involucrados en la enfermedad deberían tener en cuenta este aspecto pues como dice Don S. Dizon, “cuando el doctor dice cáncer, se desata una ola de emociones, miedos e incertidumbre. Por eso el tratamiento oncológico debe ir a la par de la asesoría psicológica”.