Apatía, cuando hacer algo pequeño es un mundo….
Hay personas con una gran apatía. Se plantea todos los días ir al gimnasio que ha pagado hace veinte días y no lo ha pisado. Durante el día van surgiendo compromisos y aspectos inesperados que hacen que el ir a hacer ejercicio vaya quedando relegado al último lugar. La persona se va justificando con que no ha tenido tiempo, o que ya se encontraba tan cansada que no tenía fuerzas de hacerlo. Cada noche se vuelve a dar cuenta de que no ha acudido y se repite que mañana lo hará, pero al día siguiente vuelve a suceder lo mismo.
La realidad es que en la apatía en su escala de prioridades el esfuerzo físico no acaba de tener un lugar de importancia, por lo que ante cualquier aspecto el deporte va perdiendo posiciones hasta quedar en último lugar lo que le genera una gran frustración e insatisfacción hasta consigo mismo; «no soy capaz de …»
Todo esto es reflejo de una cierta apatía y de no considerar la importancia y beneficio a medio y largo plazo que va a tener el hacer ejercicio. A corto implica un esfuerzo, incomodidad, cansancio, madrugar, tiempo, dedicación, etc. Pero justo después de practicarlo uno se encuentra más relajado, más oxigenado, más ligero, más satisfecho consigo mismo, con más autoconfianza, sentimiento de superación y también seguridad, porque cada día le cuesta menos hacerlo (se vuelve una rutina), o porque incluso puede llegar más lejos. De antes correr 10 minutos y acabar sin aliento, dos semanas después puede correr quince y no acabar tan fatigado.
La apatía no se vence con recetas mágicas sino con pequeñas metas y pasos. En tu organización diaria el deporte entonces tendría que formar parte de tus rutinas prioritarias; Cómo puede ser el ducharte, el leer el periódico, el pasear al perro, el mirar internet. Otras pueden ser secundarias o más flexibles como el ver la televisión, quedar con amigos, ir de compras. Ponle en el lugar que corresponde y no te costará tanto.