Según la Sociedad Española de Fertilidad el 15 por ciento de las parejas españolas no puede tener hijos de forma natural. Muchas de ellas, tras numerosos intentos, y con un alto coste psicológico y económico, acaban acudiendo a tratamientos privados, cuyo coste oscila entre los 4.000 y 6.000 euros por ciclo. Según esta institución se estima que cada año se realizan 73.000 ciclos de fertilización, de los que la mayoría son fecundaciones in vitro (50.000) y las 23.000 restantes corresponden a inseminaciones artificiales. De esta manera, la reproducción asistida representa ya el 3% de los nacimientos anuales en España, con un índice de éxito de los tratamientos cercano al 38 por ciento. El presidente de la Sociedad Española de Fertilidad ha señalado que los centros privados realizan el 75% de los ciclos, por el 25% de los público.
Para aproximarnos al tema se puede considerar infertilidad en cuanto a la incapacidad para concebir después de un año de mantener relaciones sexuales regulares no protegidas (WHO, 1993). Las causas son muy diversas, pero lo que resulta muy chocante para las parejas es esa sensación de «pero si yo no estoy enfermo».
Efectivamente, normalmente no hay ningún problema físico que pudiera augurar la infertilidad. No hay dolor, no hay síntomas específicos, pueden hacer sus actividades cotidianas de forma natural, por lo que la persona, durante años disfruta su vida con total normalidad sin plantearse si es fertil o no; hasta el momento que desea tener un hijo y no lo consigue. Esto implica lo primero una sorpresa. Uno espera tener hijos cuando quiere y de la misma forma que durante años ha podido ir poniendo los medios para no hacerlo, a través de numerosos métodos anticonceptivos, cuando deja de hacerlo, con el objetivo de tener un hijo, espera que esto suceda de forma natural e inmediata.
Tras cada pareja que forma parte de las estadísticas hay hombres y mujeres que viven la transformación de un deseo en frustración, angustia, impotencia, malestar, inseguridad y ansiedad. Comienzan las conversaciones con la pareja en los que este tema adquiere cada vez más presencia, se empiezan a visitar a ginecólogos y especialistas, se buscan todos los posibles medios para lograrlo; medicación, dietas, estrategias naturales, vitaminas, inseminaciones, fecundaciones in vitro… A menudo se vuelve el tema y problema central de la pareja con un coste emocional para cada persona y para la relación altísimo, suponiendo una «crisis» vital. No solo está la frustración de un deseo y de unas expectativas frustradas, sino que los planes familiares y vitales que se habían ideado se alteran completamente. Muchas parejas se ven enormemente dañadas durante este proceso y cada miembro de la pareja sufre un deterioro personal al afectarse su confianza, valoración de sí mismo/a, identidad, culpa, deseo sexual, etc.
La terapia psicológica puede ayudar mucho a la persona y a la pareja para poder elaborar la situación. Poder manejar esa dificultad sin incrementar la ansiedad, angustia, fortalecer la valoración de uno mismo/a y de la pareja, manejo del estrés, el desencanto y la tristeza que en ocasiones deriva en depresión. Permite acompañar durante un proceso doloroso de búsqueda de alternativas que puedan ser más interesantes para la pareja; desde la reproducción asistida, adopción, decisión de no tener hijos, etc, pero vivir esas decisiones desde la elección, y no desde la angustia, ansiedad e imposición.
A lo largo de nuestra vida atravesamos por numerosas crisis que vamos superando. La infertilidad es cierto que es una crisis «inesperada», pero puede ser llevada y superada de muchas maneras. Lo recomendable es que lo sea sin un altísimo e innecesario coste personal, conyugal y familiar.