La empatía es necesaria para vivir en sociedad. Ponerse en el lugar del otro y entenderlo es un aspecto que por desgracia a veces se cultiva poco en sociedades donde se impone el radicalismo, los prejuicios y las críticas.
Pero la empatía es un valor, que aunque no pueda estar de moda, es necesario para vivir en sociedad. Las personas con empatía generan que la gente que esté alrededor se sienta bien, comprendida y aceptada.
Aquella persona que no tiene empatía podrá ser muy brillante o exitosa en facetas de su vida, como la profesional e intelectual, pero tendrá una enorme discapacidad en lo emocional y humano, que le llevará a la soledad y a la insatisfacción permanente, porque las cosas y las personas no son cómo considera que deberían ser.
La empatía no es dejarse llevar por los problemas de los demás, cargarse con ellos de tal manera que le invadan y arrastren, o no saber protegerse. La empatía va más allá. Es un encuentro real con la persona que tenemos delante desde la apertura, el entendimiento y la aceptación, sin cuestionar o juzgar desde nuestra óptica sesgada, tratando de responder a lo que la persona necesita, no a lo que necesitamos nosotros.
Un niño que no desarrolla empatía es incapaz de poder entender la diversidad y se convertirá en una persona rígida, caprichosa e insatisfecha.
Desde pequeños se puede ir transmitiendo empatía, tratando de conectar con lo que viven las demás personas y poder entender al otro.
Lógicamente, los progenitores son los grandes modelos para transmitir empatía por los demás. Ver a unos padres que piensan en los otros, que son capaces de entender lo que pasa al de al lado, y que cuestionan el no hacerlo, favorece que los hijos puedan sensibilizarse y tener empatía.
La empatía es claramente necesaria en la cotidianidad, pero hay en aspectos de la vida que resulta imprescindible. Un padre o madre que no empatiza con su hijo o hija no va a ser capaz de responder a sus necesidades emocionales.
Lo mismo sucede en las cuestiones de pareja, estar con una persona que no tiene empatía genera un profundo malestar y sentimiento de soledad.
Pero hay en profesiones donde la empatía resulta imprescindible. Cuántas veces hay personas que se han quejado de la falta de sensibilidad y empatía de un profesional de la medicina, de la psicología, de las fuerzas de seguridad, del profesorado, de una institución religiosa, etc. Profesionales que se espera de ellos una acogida, una respuesta emocional y buen trato y no lo hacen, trabajan mal. En determinadas profesiones es imprescindible tener un equilibrio entre lo técnico y lo emocional para ayudar al otro.
En psicoterapia, cuando acompañamos a personas, la empatía es un elemento clave que determina el que el paciente mejore y continúe o se vaya buscando otro profesional, o no quiera volver a ver un psicólogo en su vida.
Cuántas veces hemos podido escuchar en la consulta a una persona lamentarse al haber abierto su intimidad a un profesional y éste se mostraba con tan poca empatía que le habia dañado en un primer momento, pero luego le había enojado de tal forma que había decidido no regresar.
En resumen, la empatia es necesaria y favorece que todas las personas podamos sentirnos más a gusto y felices. Enseñarlo a los hijos les ayuda a poder tener una visión más amplia de la realidad, saber protegerse sin perder humanidad, poder ser flexible sin amargarse, lo cuál les va a hacer más felices, que de eso se trata.
Para ello los primeros que lo tenemos que trabajar somos los adultos, saliendo de la rigidez de nuestra mirada y prejuicios y pudiendo conectar mas con las necesidades de cada persona. A veces simplemente es acompañar y estar ahí, escuchando y apoyando sin juicios de valor, ese es el gran reto, prestar atención al otro de verdad, mirándole en su individualidad como ser único y diferente a nosotros, lo cual es una riqueza.