El sinsentido de matar a un hijo como acto de venganza
En cuestión de pocas semanas hemos sido testigos del hecho escalofriante y sinsentido por parte de varios padres que consideraron que la mejor venganza contra su pareja era matar a sus propios hijos. Ya en 2011 nos quedamos sin palabras al conocer el caso Bretón donde un padre planeó de forma mecánica y minuciosa el matar a sus hijos para dañar a su pareja.
No nos vamos a centrar en señalar el dolor que supone para una madre el ver a sus hijos asesinados a manos del padre de éstos, de aquella persona que en su día formó parte de su vida, de su elección y de su proyecto familiar. Hemos acompañado en estas décadas padres y madres que han perdido a sus hijos por enfermedades, hechos violentos como terrorismo, pero no de esa magnitud y sinsentido donde el odio y el rencor dirigen el hecho más inhumano que se puede realizar: matar a los propios hijos. De esa forma creemos que es contraproducente publicar este tipo de noticias porque pueden alentar, sugerir o normalizar un hecho tan descabellado, disparatado y ridículo.
Por eso brevemente nos vamos a centrar en la persona que comete esos hechos sinsentido. Lo primero es destacar que es una persona presa de su rencor, de su odio, de unas ideas irracionales y simples como que su ex es parte de su propiedad y un objeto, de una incompetencia para su manejo emocional a la hora de afrontar una ruptura, de poder encauzar su propia vida a nivel afectivo, pero no es una persona con una patología mental no consciente de lo que hace. Sabe lo que quiere hacer: dañar, dominar y seguir teniendo ilusamente el poder. Por ello establece tontamente que la mejor forma de hacerlo es realizarlo a través de lo que más pueden querer los que son padres o madres; los hijos. En esa decisión se pierden a ellos mismos, se deja de ser hombre y persona.
Este tipo de violencia es un sinsentido total porque se quitan a ellos mismos el derecho de poder amar bien a unos hijos que les necesitan, de poder ser amados, de dejar el pasado atrás y reflexionar sobre el mismo, y de aprender de las experiencias vividas para poder tener un presente y un futuro mejor. Caen en utilizar la vida de los hijos como instrumentos y herramientas para ejercer un poder que ni tienen ni van a poder volver a tener por mucho hecho violento que cometan.
Casos como el de hace una semana en Moraña o el de hace pocos días en Catelldefels nos muestran hombres con ideas falsas e irracionales de lo que tiene que ser una pareja y una familia, incompetentes en el manejo de su frustración, de su rencor, de su dolor. Hombres débiles que creen irracionalmente que la mejor salida es esa, invadidos por una furia radical y violenta. Se es muy poco hombre cuando se trata de dañar a la pareja o a la expareja, porque ser hombre ni es dominar, ni dañar, ni amenazar, sino proteger, cuidar y crecer en una misma dirección, y se tiene una gran oportunidad de poder lograrlo tras una separación.
Oportunidades que se pierden..
Tras una ruptura de pareja, y si encima ha habido una situación de dominación asimétrica, uno puede sentir enfado, rabia, dolor, tristeza, desesperación y muchísimo malestar. Podemos entender eso, de hecho muchos hombres y mujeres han acudido a la consulta solicitando apoyo para el manejo y el afrontamiento de la ruptura. Puede ser comprensible que la persona se sienta así de perdida y desesperada si no ha aprendido a lo largo de su trayectoria vital a manejar el dolor, las frustraciones, sus miedos, inseguridades, y a cuestionar parte de sus creencias, etc, pero es necesario que busque ayuda. Puede ser hablando con un familiar, amistades, irse a su médico de cabecera, pedir ayuda psicológica, plantearse tomar medicación para relajarse y tranquilizarse o lo que quiera, pero el sinsentido de matar a un hijo por venganza es un hecho que quita cualquier poder y sentimiento de control sobre la propia vida, ya que se acaba siendo arrastrado por el odio y el deseo de venganza. No se domina en absoluto, se es dominado por el rencor, el descontrol, la furia, los miedos…devaluándose la persona, debilitándose, despersonalizándose y acabando con la cárcel o con la muerte.
Estas personas que cometen estos hechos se pierden la oportunidad de si no lo hicieron en su momento en su relación de pareja aprender a cuestionar sus creencias, manejar sus emociones, a saber de dónde les viene el descontrol, de conocerse más, de cuestionar y eliminar modelos masculinos y femeninos que tuvieron cerca, de encauzar la frustración de una manera diferente, de valorarse como padres y hombres con posibilidades de aportar mucho tanto a sus hijos como a nivel social, y sobre todo a ellos mismos.