Este próximo 21 de enero se celebra el Día Europeo de la Mediación, conmemorando la fecha de aprobación de la Recomendación número (98) 1, sobre Mediación Familiar, que se aprobó por el Comité de Ministros del Consejo de Europa el 21 de enero de 1998, ya hace diecisiete años.
Se ha hablado mucho de la mediación a todos los niveles familiar, laboral, empresarial, escolar, comunitario, mercantil, vecinal, intercultural, hipotecario, sanitario, pero todavía sigue siendo una alternativa de resolución de conflictos que a la gente le cuesta solicitar, sobre todo en el aspecto de la mediación familiar, donde los asuntos civiles acaban siendo frecuentemente mal resueltos por un sistema judicial que frecuentemente está colapsado.
Cualquier encuentro entre dos personas puede desencadenar conflictos. Cuando hablamos de conflictos es importante quitarle la connotación negativa que se le suele adjudicar a este término, ya que un conflicto implica un choque de posiciones entre varias personas, pero eso no tiene por qué ser negativo; lo que le adjudicará ese aspecto más positivo o no, es la forma en cómo se resuelve. Yo puedo tener un conflicto laboral porque quiero una subida de sueldo y en la empresa me dicen que no me lo quieren dar. Se puede resolver por vía judicial (con el coste económico, laboral y personal que conlleva) o hacerse mediante una mediación donde se puedan plasmar los intereses de ambas partes.
Mediación familiar en la resolución de conflictos
En la mediación familiar, un profesional neutral ayuda a dos o más partes, que así lo han acordado, a prevenir, gestionar o resolver un conflicto de mutuo acuerdo, teniendo como prioridad el diálogo y el abordaje de las necesidades de cada uno y la puesta en común de las mismas. Se trata entonces de que pueda darse una ganancia para todos los involucrados sin tener esa sensación de que uno pierde y el otro gana, aspecto que suele pasar bastante en las resoluciones judiciales.
El mediador es una profesional neutral que facilita la comunicación, respeto, igualdad, diálogo, confidencialidad cediendo el protagonismo y la responsabilidad a las partes pero guiando el proceso para que se puedan abordar las diferencias de una manera distinta a como lo han podido realizar en el pasado.
La mediación familiar sigue una serie de fases que abordan diferentes aspectos puntuales más o menos urgentes. Normalmente suele finalizar en un acuerdo de mediación, basado en lo que necesitan, proponen y deciden los protagonistas del proceso. Tras escuchar los puntos de controversia que han generado el conflicto,el mediador planifica la estructura de la mediación en consenso con las partes.
Las mediaciones familiares que nos solemos encontrar suelen ser principalmente por rupturas de pareja, revisión de acuerdos parentales (en el caso de personas separadas o divorciadas), disputas en la convivencia de pareja, conflictos entre generaciones (padres, abuelos, nietos), controversias entre hermanos, reparto de herencias, enfermedades y cuidado de personas dependientes, etc.
En la familia, los casos que se resuelven por vía judicial suelen implicar un altísimo coste en todos los niveles (económico, emocional, familiar, personal) y un deterioro muy grande de las relaciones difícil de remendar. Este aspecto, si hay menores de por medio, se agrava mucho más ya que a menudo las niñas y niños acaban siendo intermediarios o partícipes de esas discusiones entre los progenitores. Por ejemplo, actualmente llevo un caso de una pareja de menos de cuarenta años, que se separó hace dos y todavía sigue en litigios y denuncias. El hijo mayor de ocho años se pasa en el colegio abstraído y bloqueado, no llegando a concentrarse en sus estudios.
Hay otros casos de parejas que han decidido romper su relación y han puesto como prioridad las necesidades de los menores. Han optado por la mediación familiar para abordar la ruptura y acordar aspectos como la custodia, la pensión de alimentos, la liquidación de los bienes, etc. Es un gran esfuerzo para los progenitores hacerlo, pero son ellos los que acaban decidiendo sobre su vida, y no una tercera persona desconocida, lo que aunque a corto plazo pueda resultar más difícil emocionalmente, a largo plazo favorece una mayor implicación y respeto por los acuerdos.
De esta forma la mediación familiar tiene un alto carácter preventivo ya que permite afrontar las situaciones difíciles por las que puede estar pasando la familia antes de que éstas se descontrolen, enquisten o se cronifiquen. Se trata de resolver situaciones relevantes que tienen que ser afrontadas de una forma más o menos urgente y donde se deben tomar decisiones que son relevantes para la familia. Por tanto, la mediación familiar favorece que se genere un clima en el que las personas puedan llegar a una serie de acuerdos que ellos mismos decidan sin trámites largos y costosos. En definitiva, gracias a la mediación familiar muchas personas son recompensadas, se evita mucho daño innecesario, sobre todo a nivel emocional
Alejandra Luengo