Bullying: qué es y qué hacer
Según los datos oficiales, un 9,3% de la población escolar sufre lo que se denomina bullying o acoso escolar y estas cifran crecen cada año, lo cual es realmente alarmante si tenemos en cuenta que, además, el uso de las nuevas tecnologías facilita a los agresores que puedan continuar ejerciendo su acoso desde el anonimato. El ciberacoso (o acoso que se lleva a cabo utilizando estas nuevas tecnologías) se dirige más hacia las chicas que hacia los chicos. Dentro de sus formas más frecuentes encontramos insultos, difusión de rumores, exclusión y amenazas. En el acoso directo se dan también daños a la propiedad y golpes, entre otros comportamientos.
Sabemos que en una situación de acoso existen el acosado y el acosador, pero es importante tener en cuenta también a los observadores, que siendo conocedores de la situación no actúan ni cuentan nada permitiendo que esta continúe. Es por ello que se les podría considerar también como acosadores pasivos.
A raíz de un caso de suicidio motivado por una situación de acoso, la alarma social se ha disparado en los últimos meses, por lo que se hace hace necesario poner medios en los colegios, más cuando estos no siempre saben cómo actuar ante estos casos. Pero la erradicación del bullying debe comenzar por la prevención, no sólo desde la escuela, sino principalmente desde el hogar a través de herramientas como la difusión de información, la generación de empatía en nuestros jóvenes (capacidad para ponerse en el lugar del otro), el enfásis en el valor de la cooperación, la resolución de conflictos, la autoestima y el control de la impulsividad y de la ira, así como la concienciación en los observadores para que denuncien estas situaciones. Cada vez son más las iniciativas encaminadas a esta prevención como la campaña de televisión en la que el cantante “El Langi” fomenta la denuncia del acoso
Pero, ¿cómo podemos detectar que está teniendo lugar el acoso? Podemos estar atentos a varias señales, ya que es probable que las víctimas muestren uno o varios de los siguientes síntomas:
– Señales de depresión
– Miedo
– Ansiedad e intranquilidad
– Descenso del rendimiento escolar
– Evitaciones (no querer ir al colegio alegando encontrarse mal, no contestar al teléfono, dejar de salir…)
– Conductas autodestructivas
Además, las personas acosadas suelen tener un grupo de amigos reducido o inexistente, lo cual contribuye a que les cueste pedir ayuda.
En los acosadores se han encontrado una serie de actitudes y comportamientos comunes:
– Tendencia a abusar de la fuerza como instrumento empleado en la resolución de conflictos.
– Falta de empatía
– Impulsividad
– Baja tolerancia a la frustración
– Dificultad para aceptar las normas
– Poca autocrítica
– Ausencia de sentimiento de culpa
– Falta de otras habilidades alternativas a la las conductas agresivas
– Búsqueda de protagonismo
Es importante tener en cuenta que, no solo las víctimas necesitan terapia para superar las situaciones de acoso. Si una familia detecta que su hijo está realizando bullying, es conveniente también que realice una terapia para que aprenda a aumentar su capacidad moral, su empatía, y deje de utilizar un modelo de dominio-sumisión. Es muy importante que no aprenda la agresión como forma de relacionarse con los demás en la etapa adulta. Esto no quiere decir que por fuerza todos los niños que acosan se vayan a convertir en maltratadores en la vida adulta, pero sí es importante poder detectar y frenar cuanto antes estas actitudes que son el caldo de cultivo de formas de comportamiento inadecuadas en etapas posteriores del desarrollo (como el acoso laboral y la violencia de género).
Un profesional de la psicología puede enseñar a las víctimas estrategias para afrontar estas situaciones, manejar su ansiedad y mejorar su autoestima, entre otras habilidades; y a los agresores, formas de controlar sus impulsos, de resolver problemas, como herramientas para cambiar su actitud negativa de los demás y relacionarse con sus iguales de una forma sana.