Los niños tímidos suponen un quebradero de cabeza para sus padres magnificando y haciendo frecuentemente un problema de un aspecto característico de la personalidad del menor.
Niños tímidos que les cuesta hablar, que tienen dificultad para relacionarse, que cuando llegan a un sitio no quieren saludar, etc son algunas de las características que nos podemos encontrar.
La timidez es un rasgo de personalidad que puede ser más o menos modificada pero es una característica personal que no se tiene que convertirse en un problema ni serlo.
Muchos progenitores ante niños tímidos tienden a forzar, a empujar que los niños dejen de serlo con presiones como » venga habla con x», «haz ésto o aquello», sin darse cuenta de que a mayor presión la situación se convierte en un problema mas grande, agravándose una situación que en principio no es un problema.
Ante niños tímidos lo más sano es no dar importancia, hacer como si no ocurriese nada, porque si le damos esa magnitud, reforzamos el miedo del niño o niña a relacionarse y él o ella lo acaban viviendo como que tienen un problema que preocupa y disgusta a los padres y que no son capaces de superarlo. Por ello nada de forzar o insistir porque eso refuerza la timidez como un mecanismo de defensa.
Los primeros que podemos ser modelos somos nosotros, así que sin forzar y siguiendo como si nada los niños tímidos se pueden ir relajando para poder ir acercándose, poco a poco, a las relaciones sociales. Si queremos que los niños tímidos se relacionen no tenemos que presionarles, pero sí buscar espacios dónde puedan estar con otros niños y que como se señalaba anteriormente ellos se puedan relacionar poco a poco. Espacios como parques, actividades en el colegio con otros padres e hijos, grupos que realizan una actividad determinada, son aspectos que favorecen que los niños se puedan ir abriendo, pero no reprochar la timidez. Los primeros que tenemos que ser un modelo par relacionarnos somos los adultos ya que los hijos observan todo lo que hacen.
Tampoco favorece el responder por ellos o facilitarles todo para que no se esfuercen, por tanto ni la sobreprotección ni el forzarles ayudan ya que para los niños tímidos conlleva una mayor dificultad que se vuelve un problema al ver que son los padres los que acaban respondiendo o actuando por ellos.
Por ello es imprescindible la aceptación y hablar con ellos quitando importancia a lo que sucede sin hablar por ellos, sin sobreprotegerlos ni forzarles.