La transexualidad ha sido excluida por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de su lista de trastornos mentales a través de una nueva actualización de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE). Hace unos dias se publicaba favoreciendo así una visión de la transexualidad como una condición personal que puede o no estar más o menos cerca de los servicios de salud, pero alejándose de considerarla una enfermedad o un trastorno que requiere ser diagnosticado y tratado por el hecho de ser.
La transexualidad durante años ha sido considerada un trastorno mental, estando dentro del CIE-10 vigente desde 1990, dentro de los capítulos «trastornos de la personalidad y el comportamiento» y dentro de éstos en el que señalaba «trastornos de la identidad de género», con todo lo que ha conllevado para las personas transexuales de cara a estigma y tratamientos basados en la intención y la presión de acabar y modificar la transexualidad patologizando su condición, ya que durante décadas se ha considerado que debía de ser diagnosticada y tratada (cambiada).
En la CIE-10 se definía como un deseo de vivir y ser aceptado como miembro del sexo opuesto, por lo general acompañado de malestar o desacuerdo con el sexo anatómico, y de deseo de someterse a tratamiento quirúrgico u hormonal para hacer que el propio cuerpo concuerde lo más posible con el sexo preferido».
Ya en 1990 la homosexualidad salió de la lista de los trastornos de personalidad, pero la transexualidad, a pesar de las distintas versiones de la clasificación, seguía siendo considerada como un trastorno.
En la CIE- 11, que entrará en vigor en 2022, la transexualidad pasa a formar parte de un espacio nuevo denominado «condiciones relativas a la salud sexual» y a denominarse «incongruencia de género» pero la palabra trastorno desaparece, lo cual implica que se logre una reivindicación durante años realizada por parte del colectivo LGTBI que demandaba que no se considerase la transexualidad una enfermedad y menos que se tratase.
De todas formas para dicho colectivo la transexualidad tampoco sería una incongruencia, como se señala en la nueva clasificación, sino una expresión más de la diversidad humana.
Desde la CIE-11 se define la transexualidad–para adultos y adolescentes– como: «Una incongruencia marcada y persistente entre el género experimentado del individuo y el sexo asignado, que a menudo conduce a un deseo de ‘transición’ para vivir y ser aceptado como una persona del género experimentado a través del tratamiento hormonal, la cirugía u otras prestaciones sanitarias para alinear el cuerpo, tanto como se desee y en la medida de lo posible, con el género experimentado. El diagnóstico no puede asignarse antes del inicio de la pubertad. El comportamiento y las preferencias de género por sí solas no son una base para asignar el diagnóstico».
La importancia de la despatologización de la transexualidad implica a todos los sistemas que entran y forman parte de la vida de la persona transexual como puede ser el centro educativo, el de salud y sobre todo el sistema familiar, clave en el acompañamiento o no de la persona transexual. Ya sabemos que durante tiempo se ha afrontado la transexualidad como enfermedad y lo que precisamente se ha hecho ha sido generar o agravar la sintomatología psicológica de dichas personas; depresión, ansiedad, intentos autolíticos, medicación excesiva, etc.
La CIE-11 se presentará en la Asamblea Mundial de la Salud de mayo de 2019 para su adopción por los Estados Miembros, pero hasta 2022 no entrará en vigor.