La disciplina se aprende. Desde muy pequeños nos enseñan o no a tener disciplina. Ves a niños acudiendo a natación, a música, a gimnasia, a aprender un idioma y eso en ellos se puede generar un aprendizaje de esfuerzo, de voluntad de querer lograr algo y conseguirlo.
De la sociedad de hace años donde la disciplina era entendida y a veces rozaba el autoritarismo y hasta la violencia, hemos llegado a un tiempo donde frecuentemente la disciplina ha sido arrinconada y vista como algo negativo u odiado; hay tanto donde elegir que no nos centramos.
Confundir disciplina con castigo o maltrato es una equivocación. Es cierto que si pensamos en la disciplina en los colegios de hace años nos vienen imágenes de profesores dando con una vara a los niños, o manteniéndolos de rodillas durante horas. La disciplina de hace años en los hogares suponía a chavales estudiando continuamente, responsabilizándose de tareas domésticas o ayudando a sus padres, etc. Ahora frecuentemente es todo lo contrario; chavales que no hacen sus tareas, que no ayudan en casa y ,que se pasan horas con la consola
Pero la disciplina en su justa medida no es negativa, sino todo lo contrario. Cuando hablamos de justa medida es porque a veces se confunde disciplina con sobrecarga de actividades, lo cual no tiene que conllevar un aprendizaje en los chavales de que si quiero algo tengo que esforzarme, más bien puede generar lo contrario, dispersión y cansancio.
Aprender disciplina implica poder adaptarse mejor a las necesidades propias y de la sociedad ya que muchas de las cosas que nos va a requerir vivir en sociedad se hacen de forma más fructífera si la persona es disciplinada y al lograrlo se va a sentir mejor personalmente.
Es un gran aprendizaje el poder tener disciplina ya que permite desarrollar aptitudes, como el esfuerzo, la motivación, la constancia y la seguridad.
Hay personas brillantes que al no tener disciplina pierden parte de su talento, y esto lo señalamos porque frecuentemente en psicoterapia nos hemos encontrado a personas de diferentes talantes; fotógrafos, estudiantes, ingenieros, actores, mecánicos, biólogos, profesores, amas de casa, informáticos, funcionarios, etc, que señalaban con gran pesar no ser disciplinados y actuar desde el impulso pero sin mantener constancia, lo cual al final no servía de mucho para sus objetivos, sino de generarle más autocrítica y una visión de sí mismo muy negativa.
Solemos odiar la disciplina pero queremos los resultados que genera; sea un trabajo determinado, una aptitud musical, un físico específico, un reconocimiento social y profesional, unos resultados académicos sobresalientes, etc. Si nos fijamos la mayor parte de las personas que acaban triunfando en profundidad son aquellos que pueden o no tener un don, pero que han mantenido una constancia y una disciplina a la hora de lograr sus objetivos y han ido avanzando poco a poco sin grandes acelerones pero sí siguiendo el camino que ha marcado su objetivo durante tiempo.
La disciplina está presente desde la más tierna infancia, y se lleva a cabo al principio a través de pequeños gestos,. Enseñar a limpiarse, lavarse los dientes, vestirse, controlar esfinteres, comer con horarios más o menos fijos, ir al colegio, hacer deberes, estudiar, hacerse la cama, hacer deporte…Nos sirve mucho para los aspectos que tenemos que lidiar en el día a día y si lo aprendemos desde pequeños nos es más fácil. Los niños que reciben enseñanzas que son contradictorias o poco constantes acaban confundidos y no aprenden a tener disciplina.
Cuando hablamos de disciplina no hablamos de facilidad, sino de esfuerzo, pero de una recompensa personal muy alta. Es cierto que tener la disciplina de tener una casa limpia, de trabajar, de hacer deporte, de dejar de comer una tarta de chocolate, de estudiar en vez de ir al cine supone un esfuerzo pero en eso radica tener disciplina.
¿Cómo fomentar la disciplina?
No es infrecuente encontrarte a personas en consulta, o fuera de ésta, que por su falta de disciplina pierden grandes oportunidades. Recuerdo un actor de teatro que acudía a psicoterapia y que perdió una oportunidad de realizar unos talleres formativos en un universidad de gran éxito por no haber planificado el programa de formación que le habían solicitado, y no era la primera vez que se quedaba sin un trabajo por ello. Por supuesto no hablar de personas que presentan una adicción y que por falta de disciplina a la hora de su recuperación han perdido relaciones de pareja o familiares, trabajos, status, etc.
Entonces, si estamos hablando de lo bueno que es tener disciplina, sin caer en un radicalismo extremo que genere más que disciplina un comportamiento obsesivo, podemos hablar de una serie de pasos que pueden ayudar.
- Lo primero es centrarse, no abarcar demasiadas cosas que fomentan la dispersión y la falta de miras de objetivos claros. Si estoy a doscientas cosas a la vez no voy a poder centrarme en una y ser disciplinado.
- Olvidarte de esa creencia que has podido tener durante mucho años de que no eres disciplinado. Es muy bonito trabajar en psicoterapia estos casos donde hay una carga de mensajes familiares y personales que han hecho que la persona desconfíe de sus propias capacidades, que se tenga autocompasión, que haya personas que crean más en ellos que ellos mismos, etc.
- Considerar mi objetivo; ¿es realista? Una cosa es decir quiero saber tocar muy bien la guitarra y otras es querer ser el guitarrista mejor del mundo cuando tengo ya cincuenta años.
- Planificar lo que quieres lograr a través de hacer un análisis de cuáles son las metas que persigues y que no sean abrumadoras si estás empezando, ya que sino es fácil que puedan desgastarte.
- También las estrategias que tienes para lograrlo. Todo ello te servirá de guía, de mapa, donde no te salgas de la ruta marcada.
- Ser ordenado en lo que quieres lograr. Tratar de mantener un orden en el día a día. Por ejemplo, todos los días de 21 a 22pm hago ejercicio, o me pongo a escribir, o planifico el trabajo del día siguiente, o contesto los mails, o escribo la tesis…Durante ese tiempo no hay móvil, televisión, marido, mujer, hijos, padres, madres, mascotas, a no ser que haya una urgencia, por supuesto.
- Plantearte cuando dudes de tu actividad; ¿merece la pena no hacerlo? Ser consciente de lo que eliges, ya que habrá momentos donde realmente merecerá la pena dejar puntualmente lo que tienes que hacer, pero la mayor parte de las veces no.
- Centrarte en lo que vayas haciendo en cada momento sin pensar en lo que te queda para el objetivo final. Es mejor entonces mirar todo lo caminado que lo que que queda por caminar.
- Por cada esfuerzo que hagas valora la recompensa que obtienes, es importante que la veas y que te des cuenta.
Así que ahora en septiembre, momento de grandes cambios, comienzos y etapas, puedes reforzar tu disciplina a través de pequeños cambios pero en todas las cosas que vayas haciendo. Si quiero ser más ordenado en el trabajo empieza siendo ordenado por ti, por tu habitación, por tu casa. Así podrás sentirte mejor. Ánimo!!!