La violencia contra las mujeres
La violencia contra las mujeres no radica exclusivamente en golpes físicos, moratones, fracturas, insultos o muertes. Muchas veces creemos erróneamente que violencia contra las mujeres son los casos que salen en el telediario, las estadísticas de mujeres fallecidas a manos de sus parejas, etc.
La violencia contra las mujeres es frecuentemente mucho más sutil. Se basa en ver y considerar de forma frecuentemente no consciente, sino interiorizada por una sociedad patriarcal, a la mujer como un objeto como una propiedad, sin personalidad o poder de decisión y elección. Una herramienta que implica satisfacción para la persona que lo usa; sea para el deseo, el narcisismo, la seguridad, la compañía,etc, por lo tanto es vista como que no tiene, o no debe tener, deseo o carácter propio.
Este próximo 7 de noviembre se va a celebrar una manifestación que denuncia la violencia contra las mujeres y donde todas las personas que acudan podrán abiertamente manifestar su rechazo a la misma y su compromiso por visibilizarla y que no quede como una cuestión de las mujeres, sino como un problema social que afecta a personas de todas las edades, culturas, nivel económico, etc. Pero no es suficiente, es en nuestro día a día donde deberíamos ser implacables y no pasarla por alto: detectarla, decirla, subrayarla, incluso denunciarla y cambiarla.
En el origen de esa violencia contra las mujeres está lo que se llama patriarcado que ha fomentado durante siglos precisamente la jerarquizacion en la relación hombre-mujer quedando este primero en un plano superior y dominante; poseedor de un objeto, la mujer. Esta realidad nos ha hecho perder a ambos, aunque la mujer ha sido la parte más dañada.
Detalles que favorecen la violencia contra las mujeres
Tanto en la consulta como fuera de ésta, he visto relaciones de pareja cargadas de violencia y donde los protagonistas no eran, o no querían ser, conscientes de ello, y justificaban lo que estaban viviendo. Algunas parejas acudían por problemas que señalaban como discusiones frecuentes, o malestar profundo de una de las partes por depresión y ansiedad, y cuando hemos profundizado en su relación existían claros síntomas de violencia que pasaban de largo y se habían naturalizado. Por ejemplo, en muchas de ellas existía control por parte del hombre hacia la mujer, dominar y solo hacer lo que él deseaba, críticas constantes hacia lo que hacía su pareja o cómo era su forma de ser, ignorarla, descalificarla en público, no tener en cuenta sus deseos o peticiones, ridiculizarle por diferentes motivos; que si no trabajaba fuera de casa, que si era una «maruja», que si ganaba poco dinero, que si estaba fea o gorda, que si su trabajo no era tan importante como el suyo, etc. Y estoy hablando de casos donde no se daban agresiones físicas pero había mucho daño hacia la otra persona a nivel psicológico. De otros casos donde sí existía violencia contra las mujeres a nivel físico las repercusiones a nivel de deterioro personal eran frecuentemente similares, por lo que todos esos detalles de violencia contra las mujeres sutiles, no implican menor gravedad que los otros.
Detalles como estos los he visto en relaciones de pareja mayores y jóvenes, y tanto en servicios sociales como en la consulta privada. Hay aspectos tan asumidos que pasan de generación de generación, que nos lo incorporan en los medios de comunicación, en las películas, en la publicidad, etc y que no nos damos cueta de lo profundamente que están instaurados.
En absoluto la violencia contra las mujeres es un problema de las mujeres, ni es una guerra ganada. Muchas de las situaciones que vemos día a día en la terapia es precisamente mujeres y hombres que llevan desde su más tierna infancia interiorizando mensajes de violencia contra las mujeres, y que eso les ha acarreado problemas en diferentes facetas de su vida; la personal, la familiar, la laboral, la social. En realidad la violencia contra las mujeres es una violencia que nos daña, limita y persigue a todos, mujeres y hombres. Abramos los ojos.