Cada vez es más frecuente que nuevas parejas que establecen nuevas familias acudan solicitando apoyo u orientación psicológica. Actualmente de hecho tengo cuatro casos en la consulta con estas características lo cual no deja de ser un indicador de los cambios familiares y sociales que se están dando. Considero que es un gran paso solicitar psicoterapia, ya que son parejas con una serie de factores intrínsecos que las hacen mucho más vulnerables, pero también con grandes oportunidades.
La película Boyhood por ejemplo, nominada y ganadora de varios premios Óscar reflejaba parte de esos cambios sociales en la vida de una familia norteamericana; las rupturas, las nuevas parejas de los padres y de qué forma las elegían, las nuevas familias que se establecían con los hijos y sus singularidades, etc., por cierto que desde el blog la recomiendo. Aúna la sencillez y la cotidianidad de una familia de una forma muy real con la inevitable marca del paso del tiempo que nos va determinando y no nos espera.
El resumen es que en nuestra realidad el número de rupturas de pareja en bastante alto (más de un 50%) y cuando esto sucede, lo habitual es que pasado un tiempo alguno de los progenitores conozca a otra persona con la que inicia una relación. Hay parejas que quieren ir muy deprisa y pronto desean convivir, estar con los hijos del otro, comenzar como si fuese de cero. Otras sin embargo se toman más tiempo, o simplemente retrasan ese aspecto, muchas veces condicionados por la experiencia previa afectiva que se ha podido vivir como un fracaso, por temor a que los hijos de alguno de ellos sufran, o para evitar problemas con los y las ex.
Por tanto, el ritmo con el que las personas elaboran una ruptura difiere mucho, algunas permitiéndose digerir la pérdida y duelo por lo finalizado, y otras que rápidamente establecen nuevas parejas sin darse un tiempo de sufrir, limpiar y curar. Por ejemplo, en una de las familias que acompaño la mamá inició una relación de pareja tras cinco meses de la ruptura y se fueron a vivir juntos. El papá comenzó al poco tiempo otra con una mujer divorciada con tres hijos. Al cabo de dos meses convivían este señor, su pareja y los tres hijos de ésta, y al poco tiempo esperaban un hijo….Imaginad que caos para los hijos de uno y de otro que tenían edades desde los doce a los cinco años el asimilar que sus progenitores se han separado, que ya no viven con su padre, que en su casa comienza a vivir un señor que ahora es el “novio” de mamá, que a su padre cada vez que le ven hay una señora que es la “novia” de papá, que esta señora tiene tres hijos que ahora viven en casa de su padre, que cuando ellos van tienen que compartir la habitación con estos otros niños, y que van a tener un hermanito…Todo esto en menos de un año!!! y agudizado por la pésima relación entre los progenitores que están denunciándose por cualquier aspecto y donde no existía la comunicación.
Principales pros y contras en las nuevas parejas
Por tanto en las nuevas parejas no se parte de cero, y aunque el proyecto común llene de ilusión, felicidad, y ganas de ir rápido hay mucho que recorrer, y sortear, por tanto la paciencia, comunicación, el entendimiento, y muchas veces la orientación psicológica pueden ser unas buenas vías.
Vamos a empezar por tener en cuenta a las personas más vulnerables en esta historia que son los hijos. Se necesita un proceso de adaptación para conocer y aceptar a la nueva pareja, y los hijos tienen derecho a ésto porque son los que deben asumir una historia que ellos no han elegido (no decidieron que sus padres rompiesen, muchos pensaron que sus progenitores se reconciliarían y no ha sido así, tampoco eligieron que los adultos estableciesen nuevas relaciones con otras personas, tampoco el que se cambie la convivencia, etc). Muchos de los hijos e hijas frecuentemente sienten inseguridad y miedo de perder afectivamente a uno u otro progenitor, sentir que va a abandonar a su padre o su madre si tienen una buena relación con la nueva pareja del progenitor, etc. Que los hijos no verbalicen su malestar, preocupación o dolor no significa que no lo sientan, de hecho es raro que lo expongan, por eso el cuidado tiene que partir de los adultos.
Lo primero que hay que tener claro es que hay dar tiempo a los hijos y respetarlo, no presentándoles a cualquier persona con la que se empieza una relación, sino cuando hay un proyecto de pareja más serio, para que los menores no se vinculen con otro adulto que en un momento puede desaparecer, lo que supone otra pérdida.
Me he encontrado en numerosas ocasiones a personas que desean formar parte de la vida de los hijos de la pareja de forma casi instantánea, que quieren ayudarles y ser una figura afectiva importante de referencia. Ahí considero también que la psicoterapia puede ser de gran ayuda para poder orientar a los adultos con toda esa buena intención en su nuevo papel, ya que a menudo sus propias carencias chocan con las de los menores, y acaban poniéndose en un plano infantil de lucha de poder “me rechaza, pues yo la rechazo, la ignoro y no me voy a acercar a ella”
Lo segundo que me parece muy importante relacionado con la nueva convivencia es que a los menores no se les debe ocultar la realidad de lo que sucede. Hay que hablar con ellos, informarles con naturalidad dejando varias cosas claras; por un lado que aunque vayan a vivir juntos de forma constante o puntual no significa que la nueva pareja vaya a sustituir a su padre o a su madre. Solo hay un padre o madre, y las nuevas parejas tendrán que aprender su lugar como figuras adultas de referencia, cuidado, afectividad, etc., pero no querer sustituir a ningún adulto. A veces tenemos pocas expectativas realistas que nos hacen malas pasadas. Frecuentemente los adultos pensamos que todo va a ser coser y cantar, que vamos a decidir y marcar nosotros la ruta y nos olvidamos de que los niños, adolescentes son personas que se enteran de todo, frecuentemente más que nosotros.
Por tanto de las diversas dificultades que podemos encontrarnos en las nuevas parejas son principalmente: – los conflictos con los hijos (muchos piensan que van a distanciarse de su padre o madre por la nueva pareja, o que éstos van a sustituir a su padre o a su madre, o que los nuevos hermanos van a quitarles el afecto y la atención de sus progenitores, o que su padre o madre tiene una pareja del mismo sexo y eso no lo entiende) y pueden responder mal o tratar de forma incorrecta ala nueva pareja, rebelarse, burlarse, ignorar, etc.
Recuerdo una señora que tras los feos que le hacía la hija de su pareja había optado por ignorarla, ser muy distante y no hacer el mínimo esfuerzo por acercarse, paciencia o respeto. El padre se sentía culpable porque creía que su hija sufría mucho y optaba por mimarla y darle todo lo que la menor pedía. El conflicto estaba cada vez más acentuado en la casa, tomando él una posición entre una y otra que no hacía más que agudizar el problema y agravar la rivalidad entre ambas. Hay que recordar quiénes somos los adultos en estas relaciones; nadie dijo que esto fuese a ser fácil. Se necesita tiempo e ir la pareja poco a poco siendo equipo. La labor del progenitor es fundamental para devolver que la nueva relación no cambia el afecto por su hijo; hay muchos progenitores que se acaban encontrando teniendo que elegir entre pareja e hija/o, lo cual es un error.
Otro factor principal de conflicto es la presencia más o menos intrusiva de las y los ex, que pueden incrementar el conflicto de lealtades de los hijos, malmeter en contra de la nueva pareja por sentir que les van a sustituir, o generar situaciones de alta tensión emocional. El aceptar en pareja la presencia más o menos frecuente de esas personas es clave, ya que como me decía un paciente en psicoterapia, cuando su actual pareja se enfadaba y explotaba con él por la situación generada por su ex le recordaba situaciones de la relación anterior y le ponía a la defensiva.
¿Qué puede ayudar en las nuevas parejas y nuevas familias?
En resumen las nuevas parejas necesitan consensuar una serie de funciones y normas del hogar delimitando claramente cuál va a ser su lugar y vivirlo en equipo, como un proyecto y objetivo común, no sólo del que es padre o madre. Eso se hace hablando mucho y entendiendo la situación desde el plano de adultos sin entrar en rivalidad con los hijos o hijas de la pareja.
Además poder dar la oportunidad a los menores de vivir nuevas cosas positivas en esta nueva familia no tiene por qué ser un drama, al revés, puede generarles un nuevo modelo de relaciones adultas positivas, que a lo mejor antes no habían vivido. Lo que está claro es que repetir la misma historia de conflicto que pudieron vivir con sus progenitores les perjudica. Por tanto las nuevas pareja sostienen aspectos muy positivos de las relaciones humanas que se pueden potenciar; el deseo de ilusionarse de nuevo, la lucha por la relación, el conocerse más a uno mismo y a la pareja, la empatía hacia unos y otros, iniciar relaciones más adultas, comprometidas y realistas, etc. Así en esas nuevas relaciones habrá espacio para las nuevas parejas, para padres e hijos en exclusividad donde el progenitor sea el que ejerza la autoridad y no delegue, para el respeto hacia el padre o madre ausente, para todos los miembros que conviven como sistema, favoreciendo así que adultos y menores se sientan parte integrada de la nueva familia, pues son parte principal de ésta.