Tras los hechos acontecidos ayer en París del atentado cometido en el semanario satírico Charlie Hebdo éste va a ser nuestro primer artículo del año, ya que desde Alejandra Luengo, somos personas antes que profesionales, y por tanto lo sucedido ayer en Francia nos conmueve y genera grandes interrogantes, pensamientos, y sentimientos. Hubiésemos preferido que fuese otra temática, pero la actualidad nos hace responder, aunque no seamos expertos del tema, y no quedarnos bloqueados, como se persigue con este tipo de acciones terroristas, sembrar miedo, temor, inseguridad, silencio, fanatismo y autoritarismo.
La noticia ya la sabemos todos; dos jóvenes, de no más de treinta y cinco años, entraron en la revista Charlie Hebdo y fueron asesinando a distintas personas, señalando que querían vengar la ofensa que desde ese medio se había hecho contra Mahoma, por una serie de caricaturas publicadas, algunas de ellas hace diez años. Han matado a doce personas, entre ellas a un policía musulmán, religión que ponen como escudo de sus acciones.
En el yihadismo, en nombre de Alá, (de defenderle, de vengarle, de imponerle ) se justifica cualquier acto violento, legitimándose violencia terrorista, como la acontecida ayer. Curioso es que el yihadista forma parte del islam, y se declara musulmán, cuando en realidad lo que es una forma de fanatismo, que como tal carece de análisis crítico, de razón, de empatía con lo que difiere de él, etc., por lo que los que más sufren el islamismo radical son los propios musulmanes, que ven como en nombre de su Dios, se asesina.
El Islam no promueve fanatismo, ni esos actos de violencia, ni los musulmanes lo hacen. De hecho ha habido un comunicado por parte de las grandes federaciones musulmanas que lamentan, critican y denuncian el atentado ocurrido ayer, siete de enero, en París.
Fanatismo, no locura
Desde la perspectiva psicológica, que es lo que nos ocupa, estos jóvenes que asesinan señalando que ese es su cometido vital, son plenamente conscientes de lo que hacen, y del daño que quieren generar. Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que no tienen por qué ser enfermos mentales. En la patología mental cuando se comete un acto violento no se es plenamente consciente de los actos, ya que la voluntad, inteligencia o lucidez se ve alterada por la enfermedad.
Por lo tanto para nosotros son personas fanáticas que llevan su fanatismo al extremo, poniendo la vida de los otros, o la suya, al servicio de una idea radical, irracional, sesgada, pensando que así cumplen un cometido místico que les llevará a tener una recompensa en otra vida. Fanatismo en estado puro.
Un fanático es una persona que aunque no se la pueda considerar como mentalmente sana, no tiene por qué padecer una enfermedad mental. Puede presentar grandes carencias, frustraciones personales, o nivel de narcisismo desorbitado, y enfoca todo ese malestar, deseo y rabia en un cometido; que puede ser político, religioso, racial, social, y sobre él va juntándose con otras personas con esas mismas inquietudes y fanatismo. Desde ahí van afianzando su fortaleza, y su seguridad, ya que se sienten parte de una comunidad, lo que a personas con ciertos deseos de narcisismo, complejos, deficiencias personales les da la respuesta que necesitan, ya que no se les va a cuestionar. Así pueden realizar y expresar lo que desean sin analizarlo críticamente, ir aprendiendo nuevas creencias y poco a poco radicalizarlas.
En dichos grupos no existen los grises y su verdad es la única verdad. Las cosas son buenas o malas, las personas adecuadas o inadecuadas, el que comete algo que no me gusta tiene que ser castigado brutalmente, si no estás conmigo estás contra mí, y sobre eso se debe actuar. Gran pobreza e ignorancia de lo que implica la vida; que es todo, menos dicotómica, rígida y extrema.
Son individuos que hacen mucho daño cometiendo actos depravados y malvados siendo conscientes de lo que desean lograr y del dolor que causan. Piensan que esa es la manera de conseguirlo (aunque sea un disparate o una aberración) y del daño que ocasionan (sea a nivel de vengarse de otra persona, grupo o incluso de un país). Son individuos que tienen un objetivo muy claro, y sus acciones van guiadas al mismo, aunque sea irracional, violento, o extremo. Planifican lo que desean hacer por una idea única, obsesiva y persistente en su cabeza.
En el fanatismo, se acaba distorsionando la realidad percibiendo la del grupo al que pertenecen como superior, sintiéndose mártires por una causa mejor, y víctimas de un sistema que daña su religión. Aunque puedan ser conscientes del daño y de lo inadecuado de matar, en el momento en que le encuentran una justificación lo afianzan y entonces dejan de verlo como una mala acción, sino el medio para lograr su objetivo. Las consecuencias negativas y el dolor causado son aspectos que les refuerzan, ya que son castigos que debe de cumplir los «infieles». Por las personas a las que matan no sienten empatía ; son meros instrumentos para conseguir sus objetivos, y cuantos más mejor. La culpa es inexistente al considerar que no han hecho mal, que eso es lo que debían realizar para lograr ese deseo de la comunidad. Por tanto tienen capacidad mental para distinguir el bien y el mal, y las diferentes alternativas que se pueden realizar, pero las someten a ese criterio individual o del grupo yihadista al que pertenecen.
Hay muchos fanatismos radicales, pero no todos ponen la vida de personas en peligro. En el caso del yihadismo, en nombre de la religión, de esas promesas de vida mejor en el cielo se mata, abandona a la familia y exponen su vida a la muerte, aspecto que va en contra de la propia naturaleza humana, ya que la persona de por sí, tiene una tendencia a la supervivencia.
Ningún fanatismo es bueno, pues socialmente genera heridas difíciles de curar. Hoy se han quemado distintos espacios musulmanes como respuesta a lo acontecido ayer. El extremismo solo conlleva ignorancia, violencia, trauma y sin razón.