Hace unas semanas me hablaron de un vídeo donde se pedía a los y las participantes, muchas de ellas mujeres adultas, que corrieran, lanzaran y lucharan como niñas.
La mayoría de los participantes, todos occidentales, corrieron de forma cursi, teatral y pasiva, lanzaron de forma débil y ridícula, y para luchar subían el brazo de forma desganada, dejándolo caer. Pareciese que todas esas actividades una niña no se las tomase, o no se las pudiese tomar en serio.
Es así como lo hacen las niñas? Rotundamente no. Las niñas corren, se defienden, juegan y lanzan con fuerza y determinación. ¿Desde cuándo y por qué el ser niña es utilizado como un insulto?
Hombres y mujeres, jóvenes, occidentales, y de cualquier clase económica siguen reforzando de forma automática estereotipos de género que se han dado en la sociedad, que no dejan de ser falsos, que nos han perjudicado y nos afectan negativamente a todos: «Tiras como una niña», «peleas como una niña» es utilizado todavía en nuestros días como un ataque…penosa, vergonzosa, perjudicial y ambivalente forma de estimular y motivar.
Las niñas y niños juegan, corren, lanzan y luchan en su día a día. Ver cualquier patio de colegio no hace más que mostrarlo. Es a raíz de que a su alrededor se dé ese juicio y valoración negativa, cuando la persona puede comenzar a dudar de si lo que hace es cómo se debe comportar para ser aceptada por su medio social.
Hace unos meses una mamá de cuarenta años me llamó angustiada pidiendo psicoterapia porque llevaba muy mal que su hija quisiera hacer cosas que para ella eran de niños, y no de niñas. Una niña de ocho años que corre, juega al futbol y al tenis mucho mejor que la mayoría de sus compañeros, tiene mayoritariamente amigos con los que mantiene una muy buena relación y es alegre y participativa en su colegio. ¿De quién era entonces el problema de la hija o de la madre?, ¿O de todos nosotros y el valor que seguimos dando a lo que los estereotipos de género siguen marcando? A estas alturas, después de todo lo que hemos aprendido supuestamente de independencia, igualdad de oportunidades, etc., una madre joven sufría al ver que su hija no se amoldaba a los patrones tradicionales de lo que tendría que ser una niña, no la aceptaba, y auguraba para ella rechazo por parte de su entorno.
Como esa mamá, muchas mujeres y hombres seguimos creyendo y reforzando prejuicios que favorecen esa imagen estereotipada para las mujeres de debilidad, cursilería, falta de aptitud deportiva, etc. frente a la de los varones como fuertes, dinámicos, líderes. ¡Qué peso y encorsetamiento para unas y otros!
Dejemos a los niños y a las niñas lanzar, luchar y correr como su naturaleza les invita y reforcemos todas sus habilidades particulares, que no son hegemónicas de un sexo u otro, y lograremos que haya personas adultas libres, capaces y seguras.
Alejandra Luengo