Hace pocos días una amiga me comentaba que tenía vacaciones el 1 de agosto y que estaba agobiada porque no tenía nada planificado. Yo me preguntaba si es necesario tenerlo organizado de antemano cuando precisamente vivimos bajo la presión de los horarios durante el invierno y queriendo tener bajo control toda nuestra vida, curiosa ironía de lo que vivir implica.
Las vacaciones es un tiempo donde parece que todo se ralentiza. Muchos pacientes también toman sus vacaciones devolviéndote que aunque tú seas un apoyo no eres imprescindible para que su vida siga adelante, lo que es muy saludable y necesario para una buena terapia psicológica.
Hay personas que se van en pareja de viaje. Esto es un reto para aquellos que pasan poco tiempo juntos ya que a menudo la rutina tapa vacíos de comunicación y de disfrute en la pareja. En vacaciones se suelen pasar muchas horas con la pareja, y es habitual que puedan generarse fricciones. Ahí lo más recomendable puede ser el facilitar que las cosas fluyan de forma mutua, que ambos favorezcan un clima donde opinen de forma diferenciada pero tratando de no discutir por cosas pequeñas o superfluas.
Una paciente que rompió hace unos meses con su pareja después de diez años de relación se va un tiempo con unas amigas a la playa, una semana con su familia y otros días desea pasarlos estando con ella misma y lo va a dedicar a pintar su casa y algunos de los muebles que tiene. Como decía el famoso anuncio de la marca sueca Ikea, en su caso ella va a utilizar parte de su tiempo de descanso para redecorar su vida.
Otros lo hacen con sus hijos y ese es un tiempo valiosísimo que frecuentemente pasamos por alto. Nunca hay que olvidar que los niños son esponjas de lo que viven. En la psicoterapia una mamá el otro día me comentaba que va a intentar quitarle el pañal a su hija de cuatro años para dormir, un padre separado va a disfrutar de su primer verano con sus hijos ya que el año pasado por conflictos interparentales que acabaron en los juzgados no pudo, otro papá y su actual pareja van a pasar las vacaciones con la hija de éste quince días seguidos y lo hacen con cierto resquemor, ya que el año pasado lo hicieron y la experiencia fue muy negativa, lo que fue el impulsor solicitar orientación psicológica.
Para los que tienen niños las vacaciones tiene que ser un tiempo de disfrute de los hijos y de remarcar valores y criterios educativos. Se puede tener más flexibilidad en algunos aspectos pero siguiendo la línea de afecto y normas que cualquier menor necesita. Yo recomiendo que se limiten bastante los tiempos de ordenador, videojuegos y tele y que se aprovechen más para jugar padres e hijos al futbol, a montar en bici, excursiones, pescar, buceo, correr, nadar, cocinar, pintar, etc porque cada día con un hijo se descubre algo nuevo de él y de uno mismo lo que implica un aprendizaje continuo. Como me decía un niño de diez años hace unas semanas, lo que más le apetecía del verano era pescar con su padre. Eso marca y queda en la memoria por siempre, sobre todo cuando el menor no tiene físicamente tan presente al padre en su día a día.
Para no alargarme más; que tus vacaciones sean un tiempo de descanso. Más vale hacer poco y en profundidad que múltiples planes que acaban reproduciendo el clima de prisas que se suele llevar durante el curso. Las vacaciones no tienen que conllevar un sacrificio económico por norma; se pueden hacer y disfrutar de muchos aspectos sin que se tenga que ir aparejado a un cuantioso gasto.
Es saludable poder aprovechar para hacer aquello que nos gusta y que a menudo dejamos de lado; el poder pararnos a encontrar un espacio personal; de reflexión, de cuidado, de deporte y comparte con los que tengas a tu lado tus valores para que lo bueno que tienes no se quede solo en ti.
Alejandra Luengo