Hace dos días se celebró el Día Universal del Niño, y en las redes sociales, los medios de comunicación y demás abudaron los mensajes de denuncia y buenos propósitos en defensa a la Convención sobre los Derechos del Niño (1989).
Cuando hablamos de esos derechos muchas veces pensamos que son aquellos referidos a que puedan tener alimentación, educación, que no se tenga que trabajar, que no sean golpeados físicamente o sexualmente abusados. Nos quedamos en lo obvio, en lo aparentemente más urgente e inmediato, pero hay otros aspectos que por desgracia dejamos de lado y que son vitales en la salud de los niños; los emocionales, y que son vulnerados continuamente en sociedades ricas y pobres, por familias con grandes y pocos recursos económicos y/o sociales.
Llevo años viendo familias de distintos estratos y la historia se repite en todos ellos; la educación emocional ha quedado a un lado. Parece que con alimentar, llevar a un colegio, apuntar a actividades extraescolares, o incluso estar haciendo los deberes se es padre o madre. Para mí eso es un inmenso error ya que lo anterior es necesario, pero en absoluto cubre las necesidades de los niños respecto al plano emocional. Por poner un ejemplo; unos padres separados que llevan a su hija a un colegio privado por el que pagan casi 1000 euros al mes, pero son incapaces de comunicarse como padre y madre y sólo se recriminan, insultándose y echándose en cara aspectos económicos delante de la adolescente; ¿Qué estaba sintiendo la hija cuando vinieron a la terapia psicológica? Estaba ansiosa, angustiada, rebelde y totalmente pasiva ante su vida porque sus propios padres eran incapaces de mirarla y ver lo que necesitaba de ambos.
Parejas donde existe violencia verbal o física, rupturas de pareja donde se acaba colocando al menor en un lugar que tiene casi que elegir entre uno u otro progenitor son ejemplos donde se vulnera la salud psicológica de los niños y las niñas generándoles una enorme ansiedad y angustia, y consecuentemente multitud de problemas psicológicos.
Volviendo al ejemplo pasado, ahora que en España hay dos de cada tres parejas que se rompen, se dan a menudo situaciones en las que los niños y las niñas dejan de ser visibles para sus padres, y eso les daña. Cada vez tengo más claro que el problema no es la ruptura de pareja, sino el CÓMO SE HACE, y las separaciones conflictivas son grandes generadoras de problemas, trastornos psicológicos y emocionales para los adultos, pero sobre todo para los niños.Todos hemos sido hijos, aunque no todos padres, y hemos echado a menudo en falta que pudiesen ponerse en nuestro lugar.
Tener derechos no implica que sea el menor quien mande en la casa, que se haga lo que desea, o se le proteja ante todo, sino el que se le mire como una persona independiente que no es “nuestra” y que requiere unas necesidades que no son las «mías».
Por lo menos Mafalda y Quino nos podrán ayudar a sonreír recordándonos cuáles son algunos de esos derechos y su historia…