Hace unos días conversaba con un grupo de amigas en una cafetería. Una de ellas señalaba lo incómoda que se sentía porque en su grupo de teatro se había incorporado una persona que padecía un trastorno bipolar; él mismo lo había dicho tras la primera reunión tomando unas cervezas. Le describió como una persona amable pero poco estable y cambiante en su humor. Confesó que estaba preocupada porque ese chico les pudiese hacer algo a los miembros del grupo, que le siguiera a su casa; tenía miedo y consideraba que podía ser una persona peligrosa.
Los prejuicios
Todavía me sorprende, y me seguirá sorprendiendo, el desconocimiento que hay de la enfermedad mental. ¡Qué daño han hecho películas como Psicosis, El cabo del miedo, El silencio de los corderos, Atracción fatal etc, que nos han mostrado a personas con trastornos mentales peligrosas, agresivas, descontroladas! en definitiva, a asesinos. Esto en el mundo de la ficción, pero los medios de comunicación en general no hacen más que reforzar esa imagen de que el enfermo es “peligroso”.
El porcentaje de muertes causadas por personas que padecen un trastorno mental no es mayor que el de personas que no la padecen y que a lo mejor tienen personalidades tendentes a la falta de control, consumo de sustancias tóxicas, agresividad, etc. Lo que sí es cierto es que el índice de suicidios es notablemente más alto, y esto no hace más que mostrar el sufrimiento de esas personas, de sus familias, y su grave sentimiento de impotencia.
Personas que no pueden encontrar trabajo fácilmente, o estar en pareja porque su enfermedad es vista como indicadora de peligro. Una persona que conozco que sufre esquizofrenia empezó una relación afectiva, y su pareja le comentaba que se hiciese unas pruebas de SIDA porque consideraba que esa enfermedad implicaba tener conductas promiscuas. ¿Estos prejuicios no son realmente lo más peligroso?
Somos absolutamente incultos respecto a la enfermedad mental y generamos etiquetas que no hacen más que buscar un distanciamiento y diferenciación con esas personas; “El enfermo es el otro; no yo”. La salud mental es un equilibrio difícil de mantener que engloba factores genéticos, familiares, sociales y presiones del medio pero que puede perderse. La depresión, la ansiedad, las fobias u otros trastornos mentales graves como la esquizofrenia pueden estar más cerca de nuestras vidas de lo que creemos. Los enfermos mentales no son los otros; puedes ser tú, tu madre, tu padre, tu hermano, tu pareja, etc. Como se señalaba anteriormente, hay un cúmulo de factores que nos hacen muy vulnerables.
Las personas con enfermedad mental tienen que lidiar frecuentemente con los prejuicios familiares pero sobre todo sociales. Desde sanidad a menudo se les acaba medicando excesivamente porque no hay recursos para un tratamiento integrado, y las familias se ven desbordadas y sobrecargadas y con la gran incógnita de qué podrá ser de sus familiares enfermos cuando no estén presentes sus principales cuidadores, ellos.
En el siguiente vídeo que muestra parte de la película «Despertares» podréis apreciar a un hombre que padece un trastorno mental y que tras un tratamiento especializado deja de lado el ser una persona tan medicada que no sentía, para poder llegar a ilusionarse y sentir.
La realidad
En los centros sociales que he trabajado he atendido en ocasiones a distintas personas con trastorno mental grave como la esquizofrenia. Con el tratamiento farmacológico adecuado, intervención psicológica, trabajo en red y familiar, además del seguimiento, que resulta imprescindible, se ha podido avanzar y ha llevado una vida normalizada.
Nos queda mucho por avanzar en la lucha contra estigmatizar a la persona que sufre enfermedad mental. El morbo se ha apoderado de nuestras vidas y sigue vendiendo más el término «loco» que la realidad de la persona enferma. Hay una incomprensión absoluta hacia estas personas que sufren; sufren mucho y sus familiares también. Sus familias sufren por desconocimiento, por no saber cómo atenderlos ni tampoco comprenderlos, por cómo desde el contexto social los trata y los discrimina. La sociedad es mucho más dura y los tacha de peligrosos, agresivos, y diferentes a nosotros, olvidándose de que son enfermos que necesitan tratamiento profesional especializado, pero sobre todo ayuda y oportunidades.
Si te pones el lazo rosa en favor del cáncer de mama, el rojo por el SIDA, el negro por las muertes, o la lucha para el cáncer infantil, ¿Por qué no integras en tu vida el de la comprensión de la enfermedad mental y luchas para favorecer la salud mental?
Alejandra Luengo