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Hace pocos días asistí a las Segundas Jornadas de Intercambio de Experiencias de Inclusión Social para Personas Privadas de Libertad, organizadas por la Red Cauces donde se exponían diferentes experiencias de organizaciones que trabajan con población reclusa.

Siendo inexperta en este tema, me gustaría destacar varios aspectos que me parecieron relevantes y que creo que es importante analizar. La cárcel es una institución que castiga pero no reeduca. Se aspira en teoría a que la persona al salir de un centro penitenciario pueda llegar a tener una vida normalizada, pero se da una doble trampa, según mi criterio. Al preso se le facilita formarse en un oficio para lograr un empleo y una profesión con la que valerse, pero cuando sale se encuentra con el muro del desempleo, de una familia con necesidades, y del estigma social (¿cuántas empresas contratan a personas que han estado en la cárcel?). No voy a entrar en si encima esa persona  padece una enfermedad mental, que analizaré en mi próximo artículo.

¿Pueden estas personas salir de ese círculo? Ya Max Weber desarrolló un concepto de oportunidad de vida como aquel por el cual la persona tiene posibilidades para obtener ingresos y recursos para unas condiciones de vida digna.

Yo creo que una vida digna empieza por poder valerse por sí mismo/a  sin tener que delinquir o vivir de la beneficiencia para lograrlo. Replantearse la propia historia, poder aprender de la experiencia y de las equivocaciones. Que a través, por ejemplo, de un proceso terapéutico se les acompañe para creer en sí mismos. Para eso se necesitan recursos económicos e invertir en una real normalización de su vida cuando los muros de la cárcel no estén para proteger (acuerdos con empresas, acompañamiento, recursos económicos destinados a programas reales de reinserción, microcréditos, autoempleo, alternativas al encarcelamiento, etc).

En un grupo de jóvenes que acompaño en el barrio de la Ventilla, zona que tiene un alto nivel de desempleo, señalaban que para muchas de las personas que ven en su barrio delinquir es la forma más rápida, urgente y real de conseguir dinero. Algunos de esos chicos/as de veinte años llevan meses buscando trabajo para también ayudar en sus casas sin tener ninguna respuesta. No se les dan posibilidades para poder trabajar y ganar un salario que les permita apoyar a sus familias o poder comprar aquello que necesiten.

Y es que las personas que están en la cárcel son ante todo personas, con sus necesidades, recursos y límites; aspecto que a veces se nos olvida y que no queremos considerar porque las colocamos en un lugar muy alejado de nosotros y de nuestra vida. No nos interesa saber de esas personas por miedo y desconocimiento al verlos como «gente mala», «problemática», «peligrosa»; muy lejos de lo que somos o queremos ser nosotros. Cuyas circunstancias vitales, sociales, económicas y familiares a menudo han sido facilitadores o desencadenantes para delinquir y bloquear su desarrollo personal, psicológico y social. Los vemos malos y peligrosos frente a nosotros. Tendríamos que reflexionar si no habríamos actuado igual en las mismas circunstancias.

Estamos acostumbrados a ver corrupción y robos de gente «supuestamente» profesional que podría vivir muy dignamente sin tener que robar o robarnos a todos. Que defraudan, roban, dañan e incluso provocan la muerte. ¿Esos no nos asustan?, ¿Acaso no son más peligros aquellos que no necesitan delinquir para tener una vida digna y lo hacen con tanta impunidad y aceptación social y cuyas consecuencias son infinitamente más graves?

www.akanapsicologia.com                                                       

Alejandra Luengo

Hace más 20 años empecé a acompañar a personas que han sufrido y siguen sufriendo. Me licencié en Psicología y he realizado diferentes Máster relacionados con la práctica clínica, las relaciones familiares y el Trastorno Límite de Personalidad. Mi trabajo ha sido la atención psicoterapeutica en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, en diferentes Organizaciones y Fundaciones y en la consulta privada. En estos años he trabajado con traumas en la infancia y en la vida adulta, relaciones de dependencia, duelos, depresión, ansiedad que impiden que la persona pueda ser protagonista de su vida y no una mera marioneta de sí mismo y de los demás. Todo lo vivido, si no se analiza y reflexiona, se vuelve un acumulador de experiencias negativas que nos hace enfermar a nivel mental y nos afecta en la identidad, autoestima e integridad personal. En nuestro Centro Sanitario realizamos terapia individual, de pareja y familiar desde una integración de modelos como es el Cognitivo Conductual, Psicodinámico, Sistémico y EMDR.

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