La salud mental no es sólo la ausencia de trastornos mentales. Se define como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.
La salud mental es en sí el motor de mi vida. Implica cómo me voy situando ante las circunstancias y hechos que me suceden, desde aquello más pequeño e intrapersonal a lo mas grande que sucede. Supone que yo amanezca con un pensamiento u otro, con una actitud o con otra muy distinta, que esté motivado para hacer cosas o las realice con angustia, desesperación, desconfianza o directamente no las haga. Se trata de cómo pensamos, sentimos y actuamos cuando lidiamos con la vida. Una buena salud psicológica ayuda a determinar cómo manejamos el estrés, nos relacionamos con otras personas y tomamos decisiones. Al igual que la salud física, la salud mental es importante en todas las etapas de la vida porque nos va situando ante cualquier circunstancia que acontece.
Salud mental no es no sufrir, ni estar «drogado» pasando por la vida como un ente. Va mucho más allá. Es valorar mi vida y verme capaz de salir adelante, de afrontar cada aspecto cotidiano. Significa afrontar mis situaciones cotidianas de una manera estable, positiva, resolutiva para mí mismo/a y para los demás.
Por desgracia es la eterna olvidada en los programas internacionales, nacionales y locales. Decir que la salud mental es un lujo es como si se comentase que la salud en sí es un privilegio de unos pocos. Que suceda no significa que sea justo o idóneo. De hecho no deja de ser paradójico que los derechos básicos y libertades fundamentales con respecto a la salud mental proclamados por Naciones Unidas son los siguientes:
1. Todas las personas tienen derecho a la mejor atención disponible en materia de salud mental, que será parte del sistema de asistencia sanitaria y social.
2. Todas las personas que padezcan una enfermedad mental, o que estén siendo atendidas por esa causa, serán tratadas con humanidad y con respeto a la dignidad inherente de la persona humana.
3. Todas las personas que padezcan una enfermedad mental, o que estén siendo atendidas por esa causa, tienen derecho a la protección contra la explotación económica, sexual o de otra índole, el maltrato físico o de otra índole y el trato degradante.
4. No habrá discriminación por motivo de enfermedad mental. Por «discriminación» se entenderá cualquier distinción, exclusión o preferencia cuyo resultado sea impedir o menoscabar el disfrute de los derechos en pie de igualdad. Las medidas especiales adoptadas con la única finalidad de proteger los derechos de las personas que padezcan una enfermedad mental o de garantizar su mejoría no serán consideradas discriminación.
5. Todas las personas que padezcan una enfermedad mental tendrán derecho a ejercer todos los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
6. La persona de cuya capacidad se trate tendrá derecho a estar representada por un defensor. Si la persona de cuya capacidad se trate no obtiene por sí misma dicha representación, se le pondrá ésta a su disposición sin cargo alguno en la medida de que no disponga de medios suficientes para pagar dichos servicios.
7. Cuando una corte u otro tribunal competente determine que una persona que padece una enfermedad mental no puede ocuparse de sus propios asuntos, se adoptarán medidas, hasta donde sea necesario y apropiado a la condición de esa persona, para asegurar la protección de sus intereses.
El abordaje de la enfermedad mental sigue siendo delegada a las familias y a las entidades sociales. El sistema sanitario público se centra principalmente en medicar a las personas que padecen un trastorno, lo que sobrecarga emocional y económicamente además de cronificar, y sobre todo excluir a las personas que la padecen. Con un tratamiento adecuado e interdisciplinar se puede trabajar, tener pareja y ser independiente en la mayor parte de los aspectos cotidianos. La persona reconoce y acepta su enfermedad y aprende a vivir con ella, lo cual implica autonomía y no tener que depender de los demás para salir adelante.
Mantenerse mentalmente sano no siempre es fácil, especialmente durante tiempos difíciles. Estos son algunos consejos que pueden ayudar:
- Obtener el apoyo de familiares y amigos para poder compartir preocupaciones o problemas.
- Encontrar tiempo para cuidarse a sí mismo y relajarse.
- Tener un estilo de vida saludable y sin grandes excesos. El deporte siempre es un buen aliciente.
- Conocerse, valorarse y aceptarse a través de meditación, terapia psicológica, lecturas.
- Afrontar la vida desde la libertad que la persona tiene para elegir cómo quiere afrontar los aspectos cotidianos que le surgen.
Para más informacion Principios para la protección de los enfermos mentales y el mejoramiento de la atención de la salud mental redactado por las Naciones Unidas en 1991
Alejandra Luengo